El Heraldo (Colombia)

Guatapé, Fundación

- moreno.slagter@yahoo.com @Moreno_Slagter Por Manuel Moreno Slagter

Hace algo más de tres años todos nos conmovimos por el incendio de un bus que transporta­ba niños en el municipio de Fundación, Magdalena. La tragedia, reflejada en el inimaginab­le horror que vivieron las treinta y tres víctimas y por supuesto en los terribles padecimien­tos de las familias afectadas, logró acaparar por varios días la atención de los medios de comunicaci­ón. El presidente de la República asistió al sepelio masivo, se anunciaron grandes acciones y reformas, y condenas ejemplares a los culpables. El año pasado efectivame­nte fueron condenadas dos personas, el conductor del vehículo y el pastor de la iglesia que había organizado la actividad que desembocó en ese triste evento, un parco asomo de justicia en un país tan habituado a una flagrante impunidad.

El fin de semana naufragó una embarcació­n en el embalse de El Peñol-Guatapé, en Antioquia, dejando como resultado siete víctimas mortales y dos desapareci­das, en un nuevo episodio de irresponsa­bilidad y desidia. Guardando todas las proporcion­es del caso, entendiend­o que lo que sucedió en Fundación fue más atroz por el número y la naturaleza de los afectados, las circunstan­cias que motivaron ambos hechos son muy similares: el desdén por cumplir las normas por parte de los ciudadanos y la incapacida­d por hacerlas cumplir por parte de Estado.

No lo he comprobado, pero estoy seguro de que en el momento en que escribo estas líneas, en Fundación y en el resto de nuestro país, cientos de buses siguen transporta­ndo niños sin cumplir con las mínimas condicione­s de seguridad. De la misma manera puedo suponer que en muchos de nuestros lagos, mares o ríos, miles de personas se embarcan ahora mismo sin salvavidas en naves inseguras que no están sujetas a revisiones ni controles. Todos estamos permanente­mente jugando con nuestras vidas de una manera francament­e criminal y no parece importarno­s mucho.

Sin duda quien tiene la principal responsabi­lidad de velar por la seguridad de sus ciudadanos es el Estado. Para eso existe, para eso se recaudan impuestos, para facilitar la vida en comunidad y asegurar una equitativa distribuci­ón de los cuidados básicos a todos quienes lo conforman. Pero también cada persona debe asumir su parte en esta tarea, porque en un país pobre y aún en desarrollo como el nuestro pretender que ese Estado cumpla intachable­mente con su deber es una fantasía nociva y probadamen­te mortal.

Por eso es tan importante el control ciudadano y la cooperació­n de todos. Solo así se podrá, mientras se fortalecen las institucio­nes, minimizar las posibilida­des de repetir las tragedias que con tanta frecuencia nos enlutan. Que el dolor y el sufrimient­o de estos casos, el de Guatapé y el de Fundación, nos motiven a perseguir una verdadera cultura de la prevención, el autocuidad­o y el control; pero también que su recuerdo incite a la censura y el rechazo de quienes ignoren las normas. Creo que solo mediante la activa participac­ión de todos podremos propiciar un ambiente más seguro, mientras el Estado se pone al día y mejora su desempeño. Todo mi apoyo a los familiares de las víctimas de estos evitables y tristes accidentes.

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