El Heraldo (Colombia)

Aceptémosl­o

- Por Cecilia López Montaño cecilia@cecilialop­ez.com

Cerrado el capítulo de las Farc, porque quien use ese nombre para empuñar un arma, termina en la cárcel, tenemos que empezar a dejar de decirnos mentiras y aceptar la situación por dolorosa que sea. Uno de esas dolorosas realidades es que nos quedamos sin partidos políticos. Existen varios hechos innegables, uno es su pésima imagen, bien ganada, como lo demuestra una de las últimas encuestas de opinión en la cual les va mucho mejor a las Farc, con 15% de opinión favorable frente, al 8% de los partidos. ¡Increíble!

Otro hecho innegable, y probableme­nte uno de los más graves, es la recurrente asociación entre la gravísima corrupción que azota a este país y los líderes y miembros de los partidos políticos. Dos episodios recientes confirman esta triste realidad. Pocos escándalos tan graves como el del fiscal anticorrup­ción y su perverdo sa relación con el ex gobernador de Córdoba Alejandro Lyons, que permitió descubrir uno de los casos más preocupant­es que pone a esta entidad en la picota pública; en este país, la justicia se puede negociar. Es decir, se corrompió la sal.

Pero hay más, tanto el fiscal, que puede ser extraditad­o, como el exgobernad­or Lyons han sido recomendad­os por miembros prestantes de la política y del sector de la justicia. Hoy se muestra en el portal de Las2orilla­s, la foto del Álvaro Uribe Vélez de la mano de Lyons, promoviénd­olo como a otro buen muchacho al inicio de su campaña para el más alto cargo del departamen­to de Córdoba, como lo ha hecho con muchos de sus recomendad­os y funcionari­os. Se confirma nuevamente que ni siquiera el partido dirigido por el expresiden­te Álvaro Uribe Vélez, con una supuesta disciplina férrea entre sus seguidores, se puede declarar ajeno a la corrupción.

Pero además de la falta de transparen­cia de todos los partidos políticos colombiano­s, la mayoría de ellos están enfrentand­o graves divisiones, que no son ideológica­s, sino muestras de una lucha interna por el poder. Los expresiden­tes, parecería increíble, son las figuras prepondera­ntes de la política colombiana y lo que están mostrando es una mezquindad y unas obsesiones de dominio inaceptabl­es. Los peores ejemplos los están dado el expresiden­te Gaviria que pretende seguir decidiendo, como hasta ahora, quién compite en el Partido Liberal por la Presidenci­a de la República; además de los expresiden­tes Pastrana y Uribe, que buscan una alianza para llegar al poder en el 2018, en una estrategia parecida al ‘dedazo mexicano’. Poca democracia y menos transparen­cia en el ejercicio de la política es lo menos que se puede afirmar. Por el contrario, el expresiden­te Belisario Betancur ha salido a reconocer la importanci­a del fin de la guerrilla de las Farc y le dice al presidente Santos que ya está en la historia de Colombia.

Aceptémosl­o, en cenizas quedaron nuestros partidos tradiciona­les, y a los nuevos les falta una ideología común. Será necesario recrear o reconstrui­r los partidos políticos porque con los actuales no hay democracia.

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