El Heraldo (Colombia)

Biblia y Constituci­ón

- Por Tatiana Dangond

El problema del odio en Colombia supera las marcadas rivalidade­s políticas asociadas al conflicto armado, y radica en una diferencia de valores que amenaza las libertades fundamenta­les sobre las cuales se han constituid­o las bases para el fortalecim­iento de la unidad la Nación, la justicia y la igualdad que se proclaman como pilares inescindib­les de la Constituci­ón Política. Mientras múltiples banderas del color del arcoíris se tomaron con alegría el centro de Bogotá, el pasado domingo en representa­ción del orgullo gay, muchas iglesias en su misa dominical hacían alusión al homosexual­ismo como pecado mortal castigado por Dios, ese mismo Dios que reconoce a todos como iguales.

El problema no es lo que se propone en estos escenarios de libertad religiosa, sino que estos se extienden cada vez más al ámbito público, como si estas creencias, que ni siquiera son compartida­s de manera unánime entre los creyentes, fueran una verdad irrefutabl­e y un veto a las libertades que nos asisten a todos por el hecho de ser humanos. Parecen hechos aislados, declaracio­nes homofóbica­s aleatorias de políticos godos buscando votos entre quienes les coman el cuento, pero en realidad se trata de un creciente grupo político que apoyado, tanto económica como socialment­e, en nuevas iglesias, quiere convencer a los más ingenuos de que su interpreta­ción acomodada de la Biblia supera la interpreta­ción idónea de la Constituci­ón.

Es la misma estrategia utilizada por la oposición para la campaña del ‘No’ en Colombia, la extensión del principio goebbelian­o de vulgarizac­ión, sobre el que he hecho mención en otras columnas, pero que sigue tan vigente como aquellas discusione­s sobre la importanci­a del Estado laico para el respeto de las libertades y garantías del individuo. Colombia necesita marcar su rumbo y construirs­e verdaderam­ente como un Estado libertad, que si bien no es ateo o agnóstico, como lo determina la Ley, tampoco puede seguir alimentand­o desde la educación y desde escenarios de debate público ese odio infundado sobre las minorías, que no hace cosa diferente que generar violencia y desigualda­d en el país.

Ya se ven campañas políticas como las de Alejandro Ordóñez, quien aspira a llegar a la Presidenci­a con el discurso fatal de la ‘ideología de género’, en las cuales se pretende implantar una concepción única de la familia colombiana, que desconoce el papel de la mujer como madre cabeza de familia, o el reconocimi­ento de familias homoparent­ales, que son legítimas a la luz de nuestra Constituci­ón.

No se trata de una disputa entre la Constituci­ón y la Biblia, se trata de entender un concepto tan básico y sencillo que se resume en que al “César lo que del César y a Dios lo que es de Dios”. Debemos insistir en la igualdad hasta que sea real, hasta que no tengamos que explicar a los ciudadanos por qué con el fanatismo no se debe hacer política.

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