Un cobro necesario
Esta semana entró en vigencia un cobro de veinte pesos por cada bolsa plástica que se entregue a los clientes de los grandes almacenes de cadena y de los supermercados. La medida ha sido catalogada como un impuesto y no ha estado exenta de críticas y dudas, fundamentalmente relacionadas con el destino que van a tener los recursos que se logren recaudar. Si bien ese dinero debería invertirse en programas que persigan atenuar nuestro impacto sobre el medio ambiente, para guardar coherencia entre la motivación del cobro y su uso, debe comprenderse que su principal objetivo consiste en desincentivar el irresponsable manejo que en Colombia le damos a las bolsas plásticas. Comprendiendo nuestra pobre capacidad de autorregulación, este tipo de acciones se estiman necesarias, en muchas ocasiones el bolsillo responde primero que la conciencia.
Aunque en varios países se denomina de esa forma, considero que llamar impuesto a este cobro ha sido un error. Los colombianos estamos ya cansados de la enorme carga impositiva a la que estamos sometidos, por lo que el nivel de tolerancia al respecto está más que saturado. Creo que era mejor, pero quizá más complejo, obligar a las grandes superficies a hacer explícito un cobro mínimo por el uso de las bolsas. Teniendo en cuenta que en cualquier caso las bolsas no son gratis y que nos las cobraban de alguna manera, se podría haber minimizado la indignación que en ciertos sectores ha despertado este nuevo gravamen.
Sin embargo, dudas a un lado, la medida es muy conveniente. En nuestro país se consumen alrededor de 14.000 millones de bolsas plásticas al año, un promedio de 288 por persona. La cifra es escandalosa y no puede pasarse por alto, es por eso que las acciones que buscan frenar este desafuero deben ser bienvenidas y apoyadas.
El impacto del cobro sobre el consumo de las bolsas ha sido positivo en muchos países del mundo. En Irlanda, por ejemplo, en 2002 se consumían 328 bolsas por persona. En algo más de una década y luego de instaurar un cobro similar al nuestro, esta cifra se redujo a 18 bolsas. No creo que haga falta describir los beneficios derivados de esta reducción. Inclusive hay países, como Francia o Italia, que han prohibido directamente la venta y el uso de una amplia gama de bolsas plásticas, sean estas biodegradables o no.
Lo cierto es que hay un consenso que indica que se debe procurar por todos los medios posibles el abandono de la práctica de empacar las compras cotidianas en este tipo de bolsas; en ese sentido tenemos un largo, complicado y costoso camino por recorrer. Nos falta regular el uso de las bolsas en los pequeños negocios, controlar a los vendedores informales y, sobre todo, un gran esfuerzo por educar a los ciudadanos para que cotidianamente acudan a las bolsas reutilizables. No es una tarea fácil, pero ya hemos comenzado y eso hay que aplaudirlo.