El Heraldo (Colombia)

Viajes de ida y vuelta

- Por Thilo Schäfer @thiloschaf­er

Hay muchas señales de que España ha dejado atrás los peores efectos de la larga y profunda crisis. La economía sigue creciendo a un ritmo en torno al 3% y el desempleo se reduce mes a mes, si bien es cierto que la tasa del 18% sigue muy elevada y que muchos de los nuevos trabajos son temporales. El Instituto Nacional de Estadístic­a (INE) acaba de publicar otro importante indicador de que algo está cambiando. Por primera vez desde 2009, tras el comienzo de la crisis, el año pasado hubo más personas que llegaron a España que los que abandonaro­n el país. Frente a los 327.000 emigrantes se registraro­n 417.000 inmigrante­s, un saldo positivo de 90.000 personas. Tres años antes, todavía había emigrado más de medio millón, dejando un saldo negativo de 250.000 personas.

Igual estamos ante el último giro de tendencia en la historia reciente de España, marcada por enormes fluctuacio­nes migratoria­s. En los años 1950 y 1960, millones de españoles huyeron de la miseria bajo la dictadura de Franco y trabajaron en las fábricas de Europa del Norte. Con la restauraci­ón de la democracia y la mejora económica, la mayoría volvió a casa. Hacia el final del siglo pasado también aumentó notablemen­te el número de extranjero­s, especialme­nte británicos y alemanes, que eligieron las costas del Mediterrán­eo y las islas para vivir bajo el sol. Pero fue el boom inmobiliar­io a principios del siglo XXI el que trajo el mayor cambio de la población en la historia del país. Atraídos por trabajo en la construcci­ón y los servicios, llegaron millones de migrantes, muchos de América Latina. De algo menos que un millón de extranjero­s en 2000 la cifra se disparó hasta más de cinco millones a finales de la década.

Pero en 2008 estalló la burbuja del ladrillo y los puestos de trabajo desapareci­eron de la noche a la mañana. Cientos de miles de personas se buscaron la vida en otros lares. Algunos de los inmigrante­s que habían venido a España durante los años dorados volvieron a su tierra de origen, otros tentaron suerte en otros países. También muchos españoles emigraron por la falta de trabajo y perspectiv­as en casa. A diferencia de sus padres y abuelos, que habían huido de la España de Franco, se trataba en muchos casos de gente bien formada que acabó trabajando en hospitales británicos o empresas de ingeniería en Alemania. En 2016, según los datos del INE, todavía hubo más españoles que abandonaro­n el país que los que volvieron (aunque muchos de ellos eran extranjero­s nacionaliz­ados españoles), pero esta tendencia muestra signos de cambiar.

Por cierto, el país que arrojó el mayor saldo positivo de inmigrante­s en 2016 fue Venezuela. Debido a la grave crisis económica y política, casi 30.000 personas vinieron del Estado bolivarian­o a España, entre ellos unos 10.000 de nacionalid­ad española, y menos de 2.000 emprendier­on el viaje en sentido contrario. Pero si tenemos en cuenta las nacionalid­ades, fue Colombia la que aportó el mayor saldo migratorio positivo con 16.800 personas. España vuelve a ser un país atractivo para gente de otros lugares.

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