El Heraldo (Colombia)

La próxima reina

- Por Marcela García Caballero

Ya estamos en julio y, por ende, en Barranquil­la ya se empieza hablar de Carnaval, más específica­mente, se empieza hablar de su Reina. Ya se comienzan a escuchar los nombres de quienes quieren llenar los grandes zapatos que ha dejado la actual soberana Stephanie Mendoza Vargas, ya se comienzan hacer fuertes los rumores y, por supuesto, se comienza abrir el espacio para las suposicion­es que, indiscutib­lemente, ponen a la gente a opinar con pasión.

Sin embargo, hoy no quiero hablarles acerca de quién creo que ‘suena más’, pues, afortunada­mente, no recae en mí tomar la difícil decisión de escoger quién tendrá la fortuna de cumplir su sueño de toda una vida, y quién deberá seguir luchando por alcanzarlo o, en el peor de los casos, quién tendrá que desistir de aquella idea, que desde hace tantos años, se ha ido convirtien­do en la única protagonis­ta de su cabeza.

Hoy quiero hablarles, por el contrario, de los retos a los que se enfrentará nuestra próxima soberana, quien como todas las que vinimos antes de ella, llegará con las ganas de dejar un legado que la inmortaliz­ará para siempre. El desafío será grande, pero absolutame­nte emocionant­e, pues el 2018 será un año único para Barranquil­la, uno en el que se convertirá en protagonis­ta internacio­nal, y en el que, finalmente, podrá reclamar su título como la verdadera casa del deporte nacional.

La Reina del Carnaval del próximo año no solo estará encargada de liderar la fiesta más importante de Colombia, y de impregnar con su chispa y su baile cada esquina de su territorio ‘currambero’, sino que además, será la Reina anfitriona de los Juegos Deportivos Centroamer­icanos y del Caribe que se llevarán a cabo en el mes de julio y que, muy segurament­e, serán los mejores de toda su historia.

Pero para que realmente Barranquil­la se luzca, la ciudad debe empezar a vivir y a sentir los Juegos desde ya. Es por esto que la figura de la Reina será tan importante, pues aparte de invitar a bailar a su pueblo, debe invitarlo a revivirlas­gloriasden­uestrosmej­oresdeport­istas, a sentirse orgulloso de haber nacido en una ciudad que tendrá doce nuevos escenarios deportivos, y a comprender que hace parte de nuestro deber como ciudadano, el hacer sentir como en casa a los cientos de jugadores de treinta y tantos países distintos que vendrán a dar el todo por el todo por su Patria.

Como embajadora de cultura, estará en sus manos rescatar la tradición, el folclor, las danzas y la música que nos han dado el honor de ser el Carnaval más auténtico del mundo, pero también, estará en su poder hablar de esta ciudad como la cuna de deportes como el beisbol, el boxeo y el fútbol, ya que aquí nació el gran Édgar Rentería, han crecido unos de los mejores boxeadores del mundo y se han disputado los partidos de balompié más importante­s de la historia de este país, como, por supuesto, el primero de todos los que jugó la Selección.

Por eso, más allá de que sepa bailar, que por supuesto debe saberlo hacer a ojos cerrados, pues atrás quedaron los días en los que el pueblo aceptaba a regañadien­tes una que bailara ‘más o menos’, la Reina debe tener claro que su voz será clave para hacer más grande a Barranquil­la de lo que ya es, y que tiene que transforma­rse en la porrista oficial de todas las divisiones deportivas, y en la vocera más grande de esta tierra ante el mundo.

Porque las reinas del Carnaval no somos reinas de belleza, famosas por nuestro porte y pasarela, somos las reinas de la cultura, de la tradición, de la alegría, del baile, de la sabrosura, del tambor y, ahora, nuestra próxima sucesora, le tocará abanderar un nuevo atributo que deberá lucir con orgullo: ser la Reina del deporte y de las victorias que marcarán nuestra historia.

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