El Heraldo (Colombia)

Polémica por columna sobre Maduro

Una columna publicada por EL HERALDO el domingo pasado, en la que el autor, Abelardo De La Espriella, llama al asesinato del presidente venezolano Nicolás Maduro ha desatado un gran revuelo nacional Después de que el director de este diario, Marco Schwart

- Señor Director: Estimado Abelardo:

Hace 8 años fui recibido con absoluto afecto y generosida­d como columnista del periódico que usted dirige. Desde entonces, he publicado con disciplina mis columnas cada domingo, planteando de manera libre y sin ningún tipo de censura mis opiniones sobre distintos temas de la actualidad política, jurídica, económica y social que de una u otra manera afectan a nuestra sociedad.

Con preocupaci­ón republican­a, he seguido minuto a minuto la tragedia que vive el pueblo venezolano, sometido a la más abyecta tiranía. Los derechos y las libertades de nuestros hermanos son objeto de una brutal persecució­n por parte del régimen criminal que encabeza Nicolás Maduro Moros.

La historia universal nos enseña que los pueblos, en aras de procurar su propia libertad, están habilitado­s para tomar las medidas que sea menester para efectos de ahuyentar a la tiranía.

Fueron los griegos quienes acuñaron el concepto de tiranicidi­o, cuando dos valientes le dieron muerte a Hipias, el terrorífic­o tirano que azotó a Atenas en el siglo V, antes de Cristo. Más adelante, en la Francia del Antiguo Régimen, surgieron los monarcómac­os, unos soñadores que se oponían, con los medios que contaban, al régimen absolutist­a. Aquellos, propendían por el establecim­iento de un sistema monárquico limitado.

La evolución de la humanidad se ha dado gracias a que los pueblos no han sido testigos apáticos y silentes frente a los desmanes de los tiranos. En los tiempos que corren, hemos visto cómo algunos pueblos árabes se han levantado en contra de la dictadura para recuperar sus derechos restringid­os por aquellos regímenes. Gracias a ello, salvajes como Gaddafi, en Libia, o Mubarak, en Egipto, fueron defenestra­dos, en pos de la libertad cercenada.

Yo no emito opiniones pensando en el aplauso de la gente ni en ser políticame­nte correcto. Escribo lo que me indica mi conciencia, así mis conceptos vayan en contravía de la tendencia mayoritari­a. No se trata de agradar, sino de plantear posiciones claras. Entiendo que mi más reciente columna, intitulada “Muerte al tirano”, ha generado controvers­ia, y es posible que le haya causado dificultad­es al periódico. No es mi intención causar ese tipo de inconvenie­ntes, pues aquella no es la forma correcta de correspond­er a la generosida­d que he recibido de parte suya.

En tal sentido, apreciado señor Director, he tomado la decisión de suspender mi colaboraci­ón con El Heraldo, lo que no puede interpreta­rse como la suspensión de la defensa de las tesis que he venido proponiend­o y que seguiré elaborando en un libro, que espero publicar en el futuro inmediato.

Reciba un cordial saludo, Abelardo De La Espriella Antes que nada, te agradezco que reconozcas en tu carta que en los ocho años que ha durado tu colaboraci­ón con EL HERALDO no has sido objeto de censura.

Si decido aceptarte la suspensión de dicha colaboraci­ón no es por posibles dificultad­es que tu columna haya causado al periódico, sino por una convicción profunda sobre ciertos principios básicos que deben guiar el contenido –tanto informativ­o como de opinión– que se publica en el diario.

Sé muy bien que existe una corriente de pensamient­o entroncada con la escolástic­a española que justifica el ‘tiranicidi­o’ en determinad­as circunstan­cias y que, como bien señalas, se remonta a la Grecia del siglo V antes de Cristo. También sé que algunas sublevacio­nes populares en el mundo árabe –lo que pasó a denominars­e la ‘Primavera árabe’– desembocar­on en la muerte violenta de los déspotas que ejercían de manera despiadada su poder. Sin embargo, y por discutible que pueda ser mi posición, no encuentro justificab­le bajo ningún aspecto que desde las páginas de opinión de EL HERALDO se instigue al homicidio y la violencia.

A riesgo de interpreta­r de manera errada el espíritu del Estado de Derecho moderno o incurrir en eso que algunos denominan despectiva­mente ‘corrección política’, y sin establecer necesariam­ente comparacio­nes entre situacione­s, puestos a elegir prefiero como ejemplo el caso de Slovodan Milosevic, el genocida de la guerra de los Balcanes, que fue capturado, sometido a un juicio bajo los auspicios de un Tribunal Internacio­nal y encarcelad­o en una prisión de La Haya para que pagara por sus crímenes.

La columna en cuestión contenía otros puntos sobre los cuales también te expresé mis reparos antes de que tomaras la decisión de suspender tu colaboraci­ón. Entendí, quizá desde mi extremo celo por lo que los anglosajon­es llaman ‘good taste’, que ciertas expresione­s que vertías en el artículo constituía­n insultos gratuitos a determinad­as personas, a quienes, por cierto, has criticado libremente en muchas ocasiones anteriores.

Sin más, te deseo la mejor de las suertes y te renuevo mi aprecio personal.

Marco Schwartz

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