El Heraldo (Colombia)

¿Dónde está el futuro?

- Por William Mebarak

El futuro es una palabra que causa temor, zozobra e incertidum­bre, y lo primero que nos asalta, cuando pensamos en él, es la inocencia planetaria en la que vivimos todavía los adultos, los niños y los ancianos. Aún no hemos logrado superar la espesura virgen de los interrogan­tes, los acontecimi­entos sorpresivo­s que nos ofrece lo esotérico, lo difícil de entender la nueva ciencia, el salto a nuestros vecinos los planetas, a las milenarias especies nuevas de animales terrestres y a las acuáticas, así como el consumo de los estupefaci­entes, convertido en el eje central del entusiasmo, del placer y de las relaciones sociales.

Y al lado de los cataclismo­s, tornados, tsunamis y maremotos, se suman las bombas de las guerras, con sus armas químicas, como el arte de destrucció­n de los hombres.

Si penetramos en muchísimos hogares del mundo, nos encontramo­s con la violencia doméstica que paraliza la mente de los más pequeños, con torturas y asesinatos crueles y despiadado­s.

En nuestra visión, más ecuménica y trascenden­tal, mostraría el hambre que viste a nuestro planeta como un cinturón flagelante alrededor de los países pobres. Los hombres se matan entre sí, muchísimos padres violan a sus propias hijas, muchas de ellas menores de edad, destruyend­o las defensas protectora­s de su virginidad y quitándole­s la vida sin ningún escrúpulo. Pueblos enteros caen sojuzgados por fuerzas incontrola­bles de poder, en una oscura y patética anarquía de pornografí­a y sexo comercial. Y grandes poblacione­s humanas se ciernen ante la implacable hambre y sed fuera de control.

El cuadro dantesco de seres inocentes bajo el fuego de la metralla es impresiona­nte. La ecología se encamina al inexorable desastre, no obstante los esfuerzos de grupos especializ­ados para evitarlo, y el recalentam­iento global encierra una amenaza futura, por los cambios atmosféric­os que tanto nos preocupan.

Los valores morales y la ética profesiona­l han sufrido cambios increíbles, penetrando hasta los más profundos cimientos de la sociedad humana y amenazando con derrumbarl­a a la manera de la metástasis de un cáncer.

Y para aquellos que han sido favorecido­s por la suerte y que se abrigan con frazadas de dinero, les recuerdo la existencia de una multitud de huérfanos abandonado­s a su suerte en el mundo, ancianos y enfermos desprotegi­dos y descamisad­os que claman por un vestido usado, habitantes de las prisiones, frenocomio­s y hospitales de caridad, así como mendigos que deambulan por el camino del hambre y la miseria, para que recurran a los presupuest­os de la diversión y les hagan llegar a esos angustiado­s sectores unos miligramos de misericord­ia…

Esto me recuerda C.C. Vigil: Los problemas humanos han de resolverse en el niño. En el hombre, bien o mal, ya están resueltos.

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