El Heraldo (Colombia)

Posverdad o mentira política

- Por Tatiana Dangond

Quién imaginaría que la política nacional colombiana sería pionera en conceptos de teoría política posmoderna, y protagonis­ta al mismo nivel que Estados Unidos y Reino Unido en nuevos conceptos que alteran la realidad política tradiciona­l. La posver- política, un neologismo utilizado por doquier en las redes sociales a partir del análisis del bloguero David Roberts, y de estrategia­s controvers­iales como la de Donald Trump para la Presidenci­a de Estados Unidos, o de Nigel Farage en el brexit supone un análisis que va más allá de entender las dinámicas de la política actual y que tiene que ir enfocada a detener este patrón de conducta que atenta contra los principios básicos de la razón y la lógica.

Si bien el tema de la posverdad ha llamado la atención recienteme­nte por su significad­o político, lo cierto es que este concepto no es nuevo y obedece a una sociedad obsesionad­a con vender o mostrar una verdad mejorada que no es compatible con la realidad. Ralph Keyes expuso en su libro The PostTruth Era, en 2004, cómo la sociedad contemporá­nea ha convertido la mentira en una práctica generaliza­da y común, cosa que no es extraña ahora ante la influencia que han ejercido las redes para que cada quien proponga una imagen de sí mismo que, tal vez, no correspond­e a la verdad. Sin embargo, este asunto ha superado una realidad individual para convertirs­e en un hecho que amenaza la calidad de los debates políticos y la buena fe de los ciudadanos.

La posverdad, para quienes este concepto les resulte nuevo, es lo que hizo la campaña del ‘No’ en el plebiscito aprobatori­o del Acuerdo de Paz con las Farc: la utilizació­n de mentiras, de realidades alternativ­as, de exageracio­nes y de hechos que no ocurrieron, pero que sirven para generar polémicas reacciones en la opinión pública. De ahí que el uso de estrategia­s de posverdad política tienda a proliferar­se como peste entre las especies de políticos, tanto a nivel nacional como en otros países, dado que ha mostrado resultados de éxito insuperabl­es. No obstante, cabe hacer la reflexión y cuestionar­se un poco sobre por qué la sociedad se cree todos estos hechos ficticios, o en el caso de saber que no son ciertos por qué decide ignorar esta situación. Pues bien, en la primera hipótesis está claro que el ciudadano no conoce las políticas públicas ni sus resultados y se limita a creer lo que diga alguien que a su juicio es una fuente confiable; en el segundo, supongo que el favoritism­o político es tal que lleva a un apoyo fiel a su líder y ciego a la realidad.

No creo que el futuro del mundo deba ser dominado por quienes usan la mentira, por los discursos políticos de ficción, por aquellos que aparentan una vida ideal y perfecta, pero cuya realidad alternativ­a está muy lejana de la verdad. En el caso de Colombia, el antídoto a la posverdad será la libertad de prensa y el compromiso del periodismo a desenmasca­rar sin miedo aquellas mentiras que quieren repetirse como verdades.

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