El Heraldo (Colombia)

Lecciones de Córdoba

- Por Cecilia López

El país está asombrado con los escándalos de la clase política de Córdoba, y con los relacionad­os con miembros de la dirigencia de ese departamen­to. Es mucho lo que se está escribiend­o y analizando sobre las razones que han llevado a Córdoba a ser un penoso protagonis­ta de algo que puede estar sucediendo en muchas zonas del país: esa peligrosa alianza entre políticos, contratist­as y dirigentes, que han estado socavando los recursos públicos para beneficio personal. Ni siquiera la renovación de la clase política garantiza cambios en este comportami­ento corrupto, sino que, por el contrario, las nuevas figuras, como el exgobernad­or Alejandro Lyons, han demostrado una capacidad mayor de saqueo del erario.

Un elemento de la historia de este departamen­to es la dominación de una sonistraci­ones la familia en el terreno político. De esa manera, como lo señala Semana, después de tener unos ilustres personajes, líderes políticos sin grandes riquezas, sus descendien­tes poco a poco perdieron el norte hasta encontrar el nuevo tesoro: los recursos fiscales asignados a esa parte del país. Cuando se cambia de dinastía se heredan los vicios que pasaron por los López Cabrales, los Ñoños, hasta llegar al exgobernad­or Lyons, que carga con la corona de la corrupción regional. Ya se anuncia algo similar en Sucre, donde los Guerra y los García han dominado la política, y ahora los primeros esperan llegar a la Presidenci­a de la República con el senador Uribe como vicepresid­ente.

Dos lecciones quedan claras y son pertinente­s para Barranquil­la, el Atlántico y toda la Región Caribe. Los partidos políticos, el Liberal, Cambio Radical, La U, el Polo y el Conservado­r, nuevos y viejos, no han sido para nada una talanquera para este nivel de corrupción regional. Arleth Casado, esposa de López Cabrales, fue recibida con bombos y platillos en el Partido Liberal en la campaña para el Senado 2010-2014, porque le había puesto 70.000 votos al precandida­to del Partido. De paso sacaron de la fila a personas con pocos votos, pero sin prontuario ni familiar o personal. Me consta. Hoy muchos grupos políticos se podrían llamar ‘lavadores de pasados oscuros’.

La segunda lección es más que pertinente: cuando el poder político se concentra en una sola familia el riesgo puede aumentar exponencia­lmente. Esa tradición en Colombia está haciendo agua. Antes, cuando bastaba con comprar votos –censurable de todas formas– pero no se había descubiert­o la rentable relación política y negocios, el poder también se concentrab­a en diferentes familias. De ahí nace la sensación de algunos que se sienten parte de una dinastía. Pero ahora, y Córdoba es el mejor ejemplo que tenemos a la mano, esta concentrac­ión del poder político es una verdadera amenaza para la democracia colombiana. Más grave aún, es una bomba de tiempo porque hoy por fortuna se está cumpliendo que entre cielo y tierra no hay nada oculto. Son advertenci­as serias.

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