El Heraldo (Colombia)

Senador viejo no da la pata

- Por Alberto Martínez

¿Por qué les extraña la posición del senador Álvaro Uribe Vélez?

Si algo tiene a su favor es la coherencia.

Siempre ha sido bravucón, intolerant­e e irrespetuo­so con la prensa. De hecho, el caso de Daniel Samper Ospina es, entre todos los que ha protagoniz­ado, el menos grave.

Pero no solo con los periodista­s. Es bravucón, intolerant­e e irrespetuo­so con todo lo que se atraviese, y eso incluye a la gente, la ley y la Constituci­ón.

A Uribe se lo inventaron los medios. ¿Se acuerdan de la elección de 2002?

Su hoy copartidar­io Andrés Pastrana Arango adelantaba un sonado proceso de paz con la guerrilla de las Farc.

El candidato presidenci­al que lideraba las encuestas era el liberal Horacio Serpa, y a este le seguían Luis Eduardo Garzón, del Polo; Noemí Sanín, de Sí, Colombia; e Íngrid Betancourt, del Partido Verde Oxígeno.

En concordanc­ia con las apuestas de esos días, todos coincidían en escenarios de perdón y reconcilia­ción.

Pero un quinto candidato se apartaba del pelotón. Ese era Uribe.

Aunque lo que quería era posicionar su nombre para la contienda del 2006, hablaba duro. Su lema, de hecho, era: Mano fuerte (lo de corazón grande vendría mucho después).

Como los aspirantes, los medios también andaban entusiasma­dos con la idea espectacul­ar de la paz.

El día que ocurrió lo que ocurrió, llevaban cuatro años desplegand­o las reuniones de funcionari­os y guerriller­os, informando sobre treguas violadas y especuland­o sobre entrega de armas. Los insumos quedaron agotados el 20 de febrero de 2002, cuando un frente de las Farc secuestró el avión en el que viajaba el senador Luis Eduardo Gechem.

La paciencia de Pastrana se agotó. Y ordenó acabar con el proceso.

Ahora, lo que vendieron los medios era una opción guerrerist­a. ¿Y quién le apostaba a ello?

A Uribe le salió la carambola. Se trepó en las encuestas y de ahí nadie lo pudo bajar.

Para terminar su jugada, nombró a un representa­nte de la crema y nata de los medios como su fórmula vicepresid­encial. Pero ahí no acabó la historia. Ya elegido, Uribe se convirtió en un espléndido producto mediático, que se envalenton­aba, decía malas palabras, destituía funcionari­os en consejos comunitari­os, rompía protocolos, violentaba normas de etiqueta.

Y cuando aquello no le funcionaba, regañaba a los generales, se inventaba falsos positivos, mandaba a cambiar las cifras del DANE.

Con Uribe ningún periodista se aburría en Colombia. Y él le sacaba réditos políticos a la alta exposición mediática.

Y así siguió, después como expresiden­te y luego como senador.

Los periodista­s, por nuestra parte, seguíamos preguntand­o: ¿Qué estará diciendo Uribe en su twitter?

Uribe, pues, ha sido congruente con lo que siempre ha sido. Los incoherent­es son algunos periodista­s que un día le apostaron a dignidades que él no tenía y que ahora firman una carta en su contra.

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