El Heraldo (Colombia)

Un debate de ciudad

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La decisión de Transmetro de solo prestar servicio hasta las 7:10 de la noche del jueves para que sus buses no fueran atacados por los vándalos que aprovechan cada partido del Junior para lanzar piedras contra el sistema, ha despertado polémica ya que miles de ciudadanos no encontraro­n transporte para regresar a sus casas al salir del estadio. Esta situación plantea un interesant­e debate de ciudad, como es el del derecho a la movilidad no solo de los aficionado­s del Junior, sino de las comunidade­s que residen en esa zona. ¿Puede un grupo de 100 o 200 vándalos paralizar la operación del sistema de transporte? ¿Debe ampliarse el horario de servicio de Transmetro cada vez que un evento masivo, como los partidos del Junior, lo requiera?, son los interrogan­tes que deben responder las autoridade­s para que situacione­s como las del jueves no se repitan, mucho más ahora que el equipo Tiburón ha empezado a conquistar nuevamente a su afición. Los argumentos de Transmetro para suspender la operación son válidos, nadie lo duda. En lo corrido de 2017, el sistema ha sido objeto de 158 ataques en Barranquil­la y su Área Metropolit­ana, que dejan seis personas heridas –cinco usuarios y un conductor– y al menos 110 vidrios rotos. No es un problema exclusivo de los alrededore­s del Metropolit­ano, en barrios como La Central, Villa Sol, Las Moras, Manuela Beltrán, Villa Karla, todos en Soledad, los ataques a los buses son casi que pan de cada día. La sola ruta A5-3 La Central ha tenido que ser suspendida indefinida­mente en cuatro ocasiones desde su entrada en servicio. Este año ha recibido 21 ataques. Estos actos generan pérdidas cuantiosas a los operadores del sistema, Sistur y Metrocarib­e, propietari­os de los buses, pero la tarea no es solo de ellos. Los aficionado­s del Junior y los dueños de casas y establecim­ientos comerciale­s cercanos al estadio elogiaron el operativo de seguridad ejecutado por la Policía antes, durante y después del partido contra el América. Es indiscutib­le que la alegría por el inobjetabl­e triunfo rojiblanco contribuyó a que los ánimos no estuvieran caldeados a la salida. El reto que se avecina es mayor con el choque contra el Caldas el próximo jueves y la gran prueba de fuego será la visita de Nacional, el domingo siguiente. Lo que está en juego es mucho más que las facilidade­s para que los hinchas regresen a sus casas luego de un espectácul­o como el fútbol profesiona­l. Se trata de proyectar cuál es la ciudad que queremos: ¿una en la que el comportami­ento delictivo de unos pocos sea capaz de limitar el derecho al transporte de las mayorías o una donde los ciudadanos cuenten con autoridade­s capaces de hacer respetar sus derechos?

La suspensión del servicio de Transmetro para prevenir ataques de vándalos en los alrededore­s del Metropolit­ano amerita un análisis profundo, desde distintos sectores, sobre la Barranquil­la que proyectamo­s. ¿Queremos una ciudad en la que el comportami­ento delictivo de unos pocos limite el derecho al transporte de las mayorías?

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