El Heraldo (Colombia)

Por unos cuantos me gusta

- Por Marcela García Caballero

Todas las personas tienen el derecho de hacer lo que quieran con su vida y con su cuerpo, siempre y cuando no afecten los derechos de los demás. Comienzo esta columna así, pues antes de causar polémica quiero que quede claro que esto que voy a decir no es una crítica moralista, de esas que van amarradas a una cantidad de prejuicios sociales sobre lo que debe hacer una mujer, ni mucho menos tiene que ver con lo que piense la Iglesia Católica al respecto, sino que, por el contrario, es un consejo que, como mujer moderna que me considero, quiero darle a quien quiera que se pueda sentir identifica­da.

Creo que las mujeres hemos perdido el rumbo de lo que realmente significa ‘darnos el valor que nos merecemos’, y creo que lo hemos perdido porque nos estamos equivocand­o de modelos a seguir. Tengo claro que dentro del concepto de liberación femenina está el de liberarnos de las ataduras sociales que, durante muchos años, nos han limitado de muchas maneras. Tengo claro que eso significa que, para algunos, quitarse la ropa sea una señal de libertad, tengo claro que hay mujeres que trabajan con dedicación, esfuerzo y sacrificio para que sus cuerpos se vean tonificado­s y casi perfectos, y que, por ende, es más que natural que quieran mostrarle al mundo lo que consideran como un logro personal, y, por supuesto, tengo clarísimo que la belleza de la mujer, para muchos artistas es verdadero arte en movimiento.

Sin embargo, siento que no podemos seguir creyendo que el físico es lo único que tenemos para mostrar, y que la manera cómo nos vemos es la única historia que creamos que tenemos para contar. No se trata de no subir fotos en vestido de baño (algo que en una que otra ocasión también he hecho), ni se trata de que de ahora en adelante nos tenemos que convertir en las puristas más grandes del universo, sino que se trata, en mi opinión, de no reducirnos a que eso sea casi lo único que se quiera vender.

Hoy en día, las redes sociales hacen parte de la hoja de vida de una persona. Lo que decidamos montar, algo que jamás podrá ser borrado del todo, va a definir la manera cómo nos vean y, por ende, la forma cómo nos traten. Si queremos darnos el valor que nos merecemos, si queremos que nos miren por nuestra inteligenc­ia, por nuestra chispa, por nuestro ‘factor x’, por nuestra personalid­ad y por nuestros logros alcanzados debemos tener más cuidado con aquello que decidamos publicar.

Yo quiero que nos admiren por cómo lucimos, por supuesto que sí, solo digo que no quiero que eso sea nuestro único, ni mucho menos el más importante, punto de referencia. Que nos digan que somos bellas, pero que siempre rematen con un ‘es brillante’. Que digan que tenemos ‘tronco e’ cuerpo’ (si ese es el caso), pero que nos ‘envidien’ por nuestra forma de ser. Que hablen de lo lindas que estamos, pero que comenten por lo hermosas que somos por dentro. Que nos vean por nuestra carátula, pero que nos sigan por el contenido que llevamos encima. Porque cuando, eventualme­nte, nuestra fachada se desgaste, no podemos quedarnos viviendo del recuerdo de lo que fuimos.

El mundo de Turcios

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