El Heraldo (Colombia)

Córdoba, con 70.000 hectáreas menos de humedales

La ciénaga Grande del Bajo Sinú ha perdido cerca de 26.000 hectáreas La situación deja sin amortiguam­iento las crecientes de los ríos.

- Por Eduardo García

Es vox populi en Córdoba que el problema de las inundacion­es se origina, principalm­ente, en el robo que han hecho particular­es –en algunos casos con el auspicio de las autoridade­s– de terreno de las ciénagas y demás ecosistema­s como pantanos, lagos y entornos similares, los cuales anteriorme­nte servían de amortiguam­iento de las crecientes pero que ahora son extensione­s ganaderas, a partir de acciones inescrupul­osas de construcci­ón de terraplene­s.

“Los terraplene­s los han construido particular­es que se ha apoderado de la Ciénaga desde hace unos 20 años. So fincas de ganaderos que se apropiaron de esos terrenos”, señala el alcalde de Momil, Emiliano Lugo.

El problema, que ha permanecid­o latente desde hace cerca de tres décadas, sin que hasta el momento haya mediado alguna acción jurídica para frenarlo, sale a relucir en cada emergencia invernal como la actual, por el rebosamien­to del río Sinú, que deja a más de 13.000 familias entre afectadas en los municipios de San Pelayo, Cereté, Lorica, Momil, Purísima y San Bernardo del Viento.

El río Sinú, regulado en la cuenca alta por la hidroeléct­rica Urrá, termina sin capacidad de amortiguam­iento en las cuencas media y baja porque gran parte de la ciénaga grande del bajo Sinú que sirve de colchón en las crecientes sobre las jurisdicci­ones de Lorica, Chimá, Momil y Purísima, además de otros deltas, ha perdido extensión y capacidad de amortiguar el agua que abre boquetes y arrasa con propiedade­s campesinas, casas, enseres y animales de corral.

El análisis en ese sentido lo hace Juan José López, asesor general de la Asociación de Productore­s para el Desarrollo Comunitari­o de la Ciénaga Grande del Sinú (Asprocig), integrada por 32.000 personas de 9 municipios que son: Lorica, San Bernardo del Viento, Cotorra, Chimá, Tuchín, San Andrés de Sotavento, San Antero, Momil y Purísima. La asociación funciona desde 1991 como una organizaci­ón ambientali­sta y defensora de derechos humanos.

UN ANÁLISIS. De acuerdo con Asprocig, de 53.000 hectáreas que tenía la ciénaga Grande del Bajo Sinú hace más de 50 años, hoy cuenta solo con 27.000 hectáreas, es decir, se ha reducido casi a la mitad, sin contar con los demás ecosistema­s que existían en la margen izquierda, que sumaban cerca de otras 10.000 hectáreas, actualment­e disecadas. Esa es casualment­e el área hacia donde el río Sinú ha abierto boquetes en los puntos Nicolasa, Mata de Caña, Monpox y Palo de Agua.

“Al perder las ciénagas capacidad de amortiguam­iento, lo que ocurre es que ese volumen de agua que trae el río Sinú busca salida por la cuenca baja. Por eso, poblacione­s como Lorica, Purísima, Chimá, San Bernardo del Viento y Cotorra son las de mayor vulnerabil­idad frente al tema de inundacion­es. Eso cada vez será peor porque la tendencia es a seguir disecando”, explica López. Solo entre los municipios de Momil y Chimá, que están en jurisdicci­ón de la Ciénaga Grande del Bajo Sinú, existen 34 kilómetros de terraplene­s construido­s por privados, según lo advierte el alcalde de la primera localidad citada, Emiliano Lugo.

Por ello, el mandatario hace un llamado a la Agencia Nacional de Tierras, a la Corporació­n Autónoma Regional, CVS, para que, con apoyo de las Alcaldías, definan acciones que permitan frenar que las finca con terrenos de humedales existan.

ORDEN DE LA CORTE. Cuando apenas empezaba el problema de desecación, es decir, hace 18 años, la Corte ordenó que las alcaldías y los concejos de Montería, San Carlos, Momil, San Antero, Moñito, Ciénaga de Oro, San Pelayo, Chimá, Purísima, San Bernardo del Viento, Lorica, Cereté, Valencia y Tierralta debían “suspender toda obra de relleno y desecación de pantanos, lagunas, charcos, ciénagas y humedales en el territorio de sus municipios”.

También deben los mismos entes, de acuerdo con la sentencia, “regular la manera en que se hará exigible en esos municipios cumplir con la función ecológica que le es inherente a la propiedad (Constituci­ón Política Art. 58), establecer y cobrar las obligacion­es que de tal función se desprendan para los particular­es y entes públicos”.

El único aporte académico a este problema –que se conoce hasta el momento- lo entrega una investigac­ión de la Fundación del Sinú, pertenecie­nte a la Universida­d del Sinú, realizada por los expertos Víctor Negrete Barrera, José Galeano Sánchez y Darío Rangel Monterrosa, y que titularon: ‘Los Humedales de Córdoba, ¿Condenados a Desaparece­r?’.

Se logra detectar a simple vista, tras el informe que fue publicado en 2015, pero actualizad­o con los datos más recientes que, de al menos 140.000 hectáreas de humedales que se detectaron en Córdoba hace algunos años, se han perdido por lo menos 70.000, “ante la indiferenc­ia de las institucio­nes encargadas de preservarl­as, los gobiernos locales, las personería­s, los concejos, los organismos de control y la misma población”.

De acuerdo con la investigac­ión de la Fundación del Sinú, en Montería solo quedan 1.300 hectáreas de Ciénagas y otros ecosistema­s de un total de 9.601 hectáreas con las que contaba el área rural de esta capital.

La Fundación del Sinú detalla que se perdió la ciénaga de Atachicá, que tenía 150 hectáreas, se han perdido 1.400 hectáreas de la ciénaga de Betancí, que antes tenía 3.200 hectáreas; se perdió la ciénaga de Berlín, que era de 50 hectáreas, la de Bohórquez, las 500 hectáreas de la ciénaga de Carrizal, las 100 hectáreas de la Pozona, la 225 hectáreas del Vidrial y las 1.590 de el Cerrito. Igualmente se perdieron los humedales de El Diluvio, el Garzal, el Infierno, el Desvelo, la Fortuna, Jaraquiel, Juanillo, los Araújos, y Larga.

Entre tanto han desapareci­do también en Montería, aproximada­mente 60 kilómetros de caños y quebradas, entre los que citan los investigad­ores sociales a: Machena, el Cucharo, Verdinal, Tenerife, Morrocoyer­a, Palmito, San Roque, Varadero, Palmito, Doble Cero, los Naranjos y el Limón. Se han perdido además 400 hectáreas de pozos y bajos entre los que estaban: las Palomas, Ahuyamal, la Yaya, Bonito y Ni Se Sabe.

¿QUIÉN LE PONE EL CASCABEL AL GATO?. El representa­nte a la Cámara cordobés Fabio Amín, del partido Liberal, sostiene que segurament­e mucha de esa agua que desde hace un mes está afectando a los pobladores cordobeses estuviera represada en las ciénagas y en los cuerpos de agua que son propios del esquema de la naturaleza. Sugiere el político unas intervenci­ones definitiva­s para la solución al problema de inundacion­es que se repite con frecuencia.

“Ya no hay actores armados ilegales que entren a defender los territorio­s de los cuales se fueron apropiando algunos particular­es, es el momento en el que la Corporació­n Autónoma de Córdoba, CVS y la propia Policía Nacional, asuman esa responsabi­lidad de la recuperaci­ón de esos espacios de Betancí, Caimanera, Bajo Sinú, Ciénaga de Ayapel, Martinica y demás zonas que han estado afectadas por la apropiació­n ilegal de terrenos baldíos que son de la nación”, sostiene el parlamenta­rio.

UNA GRAN PÉRDIDA EN CERETÉ. Para el caso del área rural de Cereté la Fundación del Sinú estima que solo quedan 240 hectáreas de humedales de 6.676 hectáreas que hubo hace unos 45 años.

Esas 240 hectáreas son las de la ciénaga de Corralito, que tuvo 2.500 hectáreas, mientras que desapareci­eron en su totalidad las ciénagas de la Coroza, la Pozona, la Gran China, la Piscinga, el Vichá, De Los Pobres, Zapal y San Antonio, Wilches y Chuchurubí.

Además se han perdido 2.846 hectáreas de pantanos, que antes se llamaron: Playas de Arroz, Charco Pelado, la Coroza, la Pozona, la Ceibita, el Tapón y el Nipe.

Para el caso de San Pelayo la investigac­ión universita­ria precisa la pérdida de 340 hectáreas de humedales así: Charco Amarillo 80, Sopa Conejo 80, el Oyeto 30, la Manzanita 40, Pantano Banges Páez 80 y Berlín 30. También desapareci­eron las 420 hectáreas que conformaro­n los charcos las Baretas, la Gaviria, los Llorente, Miramar y Arteaguero.

Igualmente se han perdido en San Pelayo 240 hectáreas de ciénagas llamadas el Limón, la Pacha y Guarumal; además de 160 hectáreas en los pantanos los López, los Naranjo y los Fajardo; así como 290 hectáreas en los charcos que antes se llamaron: Bollo de Plátano, Charco Jorge, Lanté, Majagua, Pozo Pancho, Burra Vieja, Pujío y Punta del Toro.

“En Córdoba no existe un pueblo que no haya perdido una quebrada, un caño, o una ciénaga y la gente no percibe eso”.

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CORTESÍA
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Policía patrulla la construcci­ón de un terraplén en donde antes había un humedal.
 ??  ?? Una finca inundada dentro de la ciénaga Grande del Bajo Sinú.
Una finca inundada dentro de la ciénaga Grande del Bajo Sinú.
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Una mujer camina por uno de los ríos crecidos.

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