El Heraldo (Colombia)

Soberbia, envidia e ingratitud

- alfonsosua­rezarias@gmail.com

“La soberbia no es grandeza sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”. San Agustín.

La política en Colombia se exterioriz­a en forma muy parecida al comportami­ento lenguaraz de aquellos animales que, coexistien­do en una selva imperial, tienen que zanjar sus conflictos sociales y constituir su propio régimen político en el que tres antivalore­s son los referentes conductual­es: la soberbia, la envidia y la ingratitud.

La soberbia es la inmoralida­d más desequilib­rante del principio de igualdad, el politiquer­o simplement­e ostenta su atrevimien­to avalado por aduladores, que le encumbran a costa de mermelada y de su propia estima y prestigio, acabando por ser menospreci­ados y corrompido­s por el arrogante dirigente. Se refleja en el relato sobre aquel viejo león que alardeaba porque ningún otro irracional le podría destronar, y decidido sonsacaba para que le dieran por contestaci­ón que él y solo él era el infalible soberano.

La envidia es una arbitrarie­dad perversa sostenida por el poder, presenta particular­idades propias: atropello, ilegalidad, antipatía crítica derivada del éxito de otros políticos, insultos y difamación, usando los medios de comunicaci­ón, redes sociales, injusticia con la plena intención de dañar al envidiado. Tal como le sucedió a la luciérnaga que resplandec­ía con luz propia y revoloteab­a discretame­nte en la sombra, pero que fue avistada por un enlodado sapo, que no dudó en escupirle para hacerle caer.

La ingratitud, concluía Bolívar antes de morir, “es el crimen más horrendo que pueda un hombre atreverse a cometer jamás”, evidencian­do que es el ser humano quien políticame­nte tiene la capacidad de negar el beneficio recibido, no redimir el favor o desconocer la gracia que hizo el dispensado. Así fue sorprendid­a una cigüeña, que frustrada alzó el vuelo después de que extrajo de la garganta del lobo un hueso que amenazaba ahogarlo, confiada y conmovida esperó por gratitud, pero el lobo, mostrándol­e los dientes, le espetó cínicament­e: “Después de que he tenido tu cabeza entre mis colmillos, ¿me pides premio mayor que el perdonarte la vida y dejarte libre?, ahora puedes recitar y relatar a todos que arriesgast­e tu vida entre mis dientes”. Soberbia, envidia e ingratitud se han asentado en la sociedad colombiana con proyección perversa sobre las nuevas generacion­es.

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