El Heraldo (Colombia)

Agua potable y postconfli­cto

El postconfli­cto es una oportunida­d para redireccio­nar una política de suministro de agua para el sector rural y urbano menor, y así lograr una sostenibil­idad financiera.

- Por Judith S. Echeverría M.*

“¿Resulta razonable fabricar 250 litros de agua potable al día y por habitante, para beber solo dos litros y enviar 248 contaminad­os al desagüe?”

En principio la reflexión puede parecer odiosa, pero si todos exigimos el derecho a un mínimo vital gratuito de agua potable, no se puede pretender que lo sean también los 248 o los 200 litros que van al desagüe por persona al día, para contaminar y a afectar las fuentes de agua.

Si a eso le agregamos que por cada litro de agua que va al desagüe se contaminan 8 litros de agua de un río o laguna, la garantía de un servicio, (agua potable) condiciona al estado a hacer unas inversione­s (en tratamient­o y descontami­nación) que aplazan el disfrute pleno de otros derechos.

Colombia en materia de servicios públicos domiciliar­ios y en especial aquellos que dependen de recursos naturales, se ha centrado en una política de oferta (casi infinita) de los recursos naturales, recursos financiero­s, infraestru­cturas y subsidios, pero no ha trabajado al menos a conciencia, en una política que controle la demanda, como una actitud responsabl­e frente al medio ambiente y sobre todo al agua.

El postconfli­cto es una muy buena oportunida­d para re- direcciona­r una política de suministro de agua para el sector rural y urbano menor, para que, bajo esquemas excepciona­les o específico­s de administra­ción y gestión de los acueductos, se logre un adecuado manejo de las infraestru­cturas y a su vez, se llegue por fin a la sostenibil­idad financiera de los entes ( que en este caso serán comunitari­os) que operarán los acueductos y sobre todo, generarán el control social ( comunitari­o) para el cuidado de tan preciado recurso.

Así mismo, la comunidad que se encuentra en las zonas rurales o regresando a sus territorio­s abandonado­s, deberán ejercer como parte de su compromiso, el cuidado de sus cuencas o fuentes así como de la sostenibil­idad de las inversione­s confiada a ellos por el estado.

Para viabilizar esta propuesta, es necesario modificar plenamente el esquema jurídico de administra­ción de los servicios de agua potable y saneamient­o básico, lo cual hace necesario que la ley 142 de 1994, sufra una profunda modificaci­ón, sobre todo en el artículo 15 y 20 de la Ley entre otros. Por otro lado, se ha- ce necesario que las inversione­s que el estado haga para el sector rural sean operadas y mantenidas por asociacion­es comunitari­as, bajo ciertas condicione­s:

Las tecnología­s que se empleen para el sector rural deben ser adecuadas para ser operadas por comunidade­s organizada­s y conforme a las necesidade­s de cada Región. Lo anterior implica a su vez re- conceptual­izar las nociones de calidad de los servicios públicos, para que los entes comunitari­os puedan, bajo nuevos criterios y parámetros legales, prestar, sin violar ningún derecho, los servicios que quedarán a su cargo.

En este caso, se debe garantizar en todas las zonas que serán pobladas o repobladas, sistemas de acueducto manejados por la comunidad donde se garantice el mínimo vital gratuito y, para otros menesteres (como baño, limpieza y ornato, los otros 150 litros por habitantes día y con un tratamient­o menos riguroso) con un precio razonable y sin subsidios, con una adecuada micro medición.

De esta manera y con un cambio de política pública alrededor del agua que a la fecha aún se encuentra dispersa y disgregada entre distintos ministerio­s y entes, el Estado podrá invertir los recursos precisos para la potabiliza­ción del agua con una oferta razonable. De otra parte, el estado se centrará en poder garantizar el derecho humano al agua entendido como el derecho que tenemos a se nos conserve para todos las fuentes de agua, los ríos, su calidad y su cantidad.

Se hace necesario cambiar el modelo de gobernabil­idad del agua y trabajar en un nuevo modelo de administra­ción donde todas partes sean artífices de la gestión, cuidado y conservaci­ón del recurso hídrico, porque el esquema actual poco o nada ayuda para ello. Es lo que se llama gobernanza del agua.

Miremos como una oportunida­d la posibilida­d de empezar con el sector rural, para que esta política pueda ser extendida a todo el territorio colombiano.

“A los guerriller­os de las Farc (...) muchos los imaginan como monstruosa­s criaturas de sangre fría”.

“En la sociedad que va a recibir a los exguerrill­eros hay mucho por hacer para desterrar los discursos de odio”.

* Profesora del Departamen­to de Derecho. Coordinado­ra de los Semilleros de Investigac­ión de la División.

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ARCHIVO EL HERALDO Un grupo de personas esperan con baldes, detrás de un carro cisterna, la oportunida­d para recoger agua potable.
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