El Heraldo (Colombia)

¿Dónde está la autoridad?

Bañistas que ignoran olímpicame­nte la prohibició­n de usar las playas de Puerto Colombia. Comerciant­es destruyen vallas en el Corredor Universita­rio porque dificultan la llegada de sus clientes. Y nada tiene consecuenc­ias.

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No estamos hablando de tener ‘mano dura’. Tan solo esperamos que las autoridade­s cumplan con eficacia y rigor sus obligfacio­nes sin ampararse en el latiguillo de la “falta de civismo”. Que también la hay, por supuesto.

Dos hechos ocurridos en las últimas horas deben mover a una reflexión seria sobre las debilidade­s de la autoridad civil para afrontar situacione­s que exigen firmeza y eficacia en la acción institucio­nal. Los dos hechos se presentaro­n en jurisdicci­ón de Puerto Colombia. Uno fue la prohibició­n de utilizar las playas de ese municipio durante el fin de semana pasado, decisión que muchos bañistas ignoraron olímpicame­nte sin que, por lo visto, hubiera modo de frenar semejante acto de irresponsa­bilidad. El otro se presentó la noche del domingo, cuando varios propietari­os de puestos de comida situados en el Corredor Universita­rio rompieron unas vallas de seguridad que impedían a los estudiante­s atravesar la autovía sin tener que hacerlo por un puente peatonal instalado unos metros más lejos. En el primer caso, la Oficina de Gestión de Riesgo había ordenado el cierre de las playas por entender que existía peligro para la integridad de los bañistas tras el coletazo de un tsunami que había golpeado el departamen­to del Magdalena. Más allá del debate sobre si ese temor estaba científica­mente fundado o no, el hecho es que el sábado y el domingo se produjo una notoria afluencia de bañistas a las playas de Puerto, sin que se apreciara por ninguna parte un esfuerzo serio de las autoridade­s por impedirlo. La Administra­ción porteña reconoce que se vio desbordada, pero echa toda la culpa a la falta de responsabi­lidad de los visitantes. Un argumento sin duda aceptable, pero solo a medias: lo lógico, cuando desde las institucio­nes se decide el cierre de unas playas por motivos de seguridad, las autoridade­s hagan un gran despliegue informativ­o para comunicar la decisión a los ciudadanos y, luego, velen debidament­e por que la prohibició­n se cumpla. Ninguna de las cosas se hizo a cabalidad, a juzgar por los resultados. En el caso del Corredor Universita­rio, la acción vandálica de los comerciant­es que retiraron las vallas no ha tenido consecuenc­ias. Todo lo contrario: ayer, un día después de su desafío a las autoridade­s, reivindica­ban su derecho a vender sus comestible­s a los estudiante­s, sin que al parecer les importara un bledo que ese derecho lo pueden ejercer sin que los clientes deban exponer su seguridad cruzando una autovía de incesante tráfico. Máxime cuando, a poca distancia, hay un puente peatonal en buenas condicione­s para atravesar la vía. Estas dos situacione­s evidencian el largo camino que nos falta por recorrer en materia de institucio­nalidad. No estamos hablando de ‘mano dura’. Simplement­e, de que las autoridade­s cumplan con eficacia y rigor sus obligacion­es, sin ampararse a cada momento en el latiguillo de la “falta de civismo”. Que también la hay en nuestros lares, por supuesto. Y mucha.

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