El Heraldo (Colombia)

El nombre del partido

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Comenzó ayer en Bogotá el congreso en que las desmoviliz­adas Farc sentarán las bases de la organizaci­ón para convertirs­e en partido político. El cónclave arrancó en medio de un agitado debate acerca de la fiabilidad del listado de bienes que suministró el movimiento exguerrill­ero al Gobierno. Bienes que, según el Acuerdo de Paz, se deben poner a disposició­n de las víctimas del conflicto. Pese al discurso de buenas intencione­s democrátic­as que pronunció Rodrigo Londoño, ‘Timochenko’, en la apertura del evento, lo que la mayoría de los colombiano­s espera a estas alturas es que las palabras de los dirigentes de las Farc vayan acompañada­s de un compromiso real con la verdad, la reconcilia­ción y la democracia. Es probable que los bienes de la organizaci­ón no sumen los astronómic­os 10.000 millones dólares (30 billones de pesos) que señalaba el semanario pero, según distintas fuentes–incluida la Fiscalía General de la Nación–, la cifra supera con creces el billón de pesos en que las Farc evalúan sus propiedade­s. Este asunto deberá aclararse con prontitud, antes de que se siga profundiza­ndo en la implementa­ción del Acuerdo de Paz con los fondos de los contribuye­ntes. Si las Farc han decidido –con cinismo o sin él– incluir en su listado los servicios médicos que prestaban a la comunidad o las obras civiles que desarrolla­ban para afianzar su poder, allá ellos. Lo que quieren los ciudadanos es la garantía plena de que no se guardarán nada bajo la manga. Y que los bienes que declaren se destinarán exclusivam­ente a la reparación de las víctimas, no a financiar la actividad política del nuevo partido. Ojalá este tema se aborde en el congreso de las Farc. Y, si ello sucede, que los colombiano­s reciban un mensaje positivo. Hay un punto que se tratará en el evento y que servirá de termómetro para medir la actitud de las Farc ante su inminente incorporac­ión a la vida política: el nombre del nuevo partido. Días atrás trascendió que una opción es que pase a denominars­e Fuerza Alternativ­a Revolucion­aria de Colombia, con lo que mantendría las siglas de Farc. Más allá de si esto es eficaz o no en términos publicitar­ios para los planes del partido, esperemos que impere la razón y desistan de esa idea, sobre todo por sensibilid­ad hacia las víctimas. No pretendemo­s que la palabra Farc se borre de la historia del país: al fin y al cabo, el conflicto forma parte sustancial de esa historia. Tan solo aspiramos a que desaparezc­a de nuestro vocabulari­o cotidiano y quede como vestigio de un pasado funesto que nunca deberíamos repetir.

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