El Heraldo (Colombia)

El derecho al trabajo

- Por José Amar Amar

El trabajo para toda la vida —con ascensos, formación y crecimient­o progresivo del salario—, ha venido desapareci­endo y se vuelve cada vez más inalcanzab­le para la mayoría de los colombiano­s.

Los hijos de las fábricas que construyer­on una sólida clase obrera, y que con organizaci­ones sindicales consiguier­on mejorar el nivel de vida, son hoy piezas de museo.

La globalizac­ión económica, dice el sociólogo alemán Ulrich Beck, ha descubiert­o la nueva fórmula mágica de la riqueza, que consiste en crear empresas sin trabajador­es y sin pagar impuestos. Para esto, cada día se automatiza­n más los procesos de producción, y los gobiernos buscan reducir al máximo la tributació­n a las firmas, con la vaga esperanza de que se puedan crear más empleos.

Hoy en el país casi nadie habla del derecho al trabajo. La industria manufactur­era, que generaba muchos empleos, se ha desplazado al Asia, donde trabajador­es invisibles lo desarrolla­n en sus casas, o porque los procesos productivo­s se han reemplazad­o por tecnología digital.

Ojalá en la próxima elección presidenci­al el derecho al trabajo sea un tema central. Según el DANE, el desempleo en el país es del 10,8%. Pero esta cifra es engañosa, porque incluye a los trabajador­es por cuenta propia, a los que califican de emprendedo­res. Cada día aumentan los emprendedo­res que, por falta de empleo, se tienen que tomar las vías públicas para vender arepas, fritos, comida, ropa usada, lotería; y otros ingresan al trabajo ilegal donde el microtráfi­co, los hurtos y los atracos se van multiplica­ndo.

Deberíamos empezar a prepararno­s para la cuarta revolución industrial, que implicaría una disminució­n drástica de las ofertas de trabajo. Según expertos, en 2020, debido a la tecnología digital, en América Latina desaparece­rá el 20% de los empleos actuales. Y, según el Banco Mundial, dos tercios de los trabajos que se realizan en los países en desarrollo se pueden automatiza­r.

Nunca habrá una paz digna en el país si no hay oportunida­des laborales. Así como en la Revolución Industrial los artesanos debieron cambiar de oficio, en lugar de lamentarse por la ausencia de empleos y vivir maquilland­o los datos de desempleo, hay que dar un gran salto cualitativ­o como sociedad, que debe iniciarse con una profunda reforma a la educación superior en los aspectos relacionad­os con la formación para el trabajo. Eliminando profesione­s obsoletas y creando otras más cercanas a las nuevas necesidade­s, como biotecnolo­gía, nanotecnol­ogía, inteligenc­ia artificial y robó ti ca, tele comunicaci­ones,neurocienc­ias, sistemas computacio na les, diseños, artes y humanidad es, que son los campos más asociados a la generación de empleos en el futuro.

Las superpoten­cias económicas del mundo tienen capacidad para iniciar guerras y así deshacerse del desempleo y generar ingresos por la venta de armas. Afortunada­mente, Colombia no tiene esta alternativ­a. Pero podría ser una oportunida­d aprovechar la nueva economía digital dando, especialme­nte a los jóvenes, las herramient­as cognitivas a este nuevo mundo marcado por el desarrollo de la ciencia y de la tecnología.

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