El Heraldo (Colombia)

Prueba por un día…

- Por Nicolás Renowitzky R.

La mayoría de los barranquil­leros cumplimos con una cotidianid­ad que incluye el obligado desplazami­ento desde el lugar de residencia hacia colegios, universida­des, sedes de trabajos, visitas, diligencia­s varias, etc., y posteriorm­ente el regreso. Es por lo anterior que resulta indispensa­ble que esos desplazami­entos se logren dentro de las condicione­s y tiempos normales para una ciudad del tamaño y población que tiene Barranquil­la. Si esos tiempos exceden en demasía para las distancias recorridas, entonces se concluye que la movilidad está colapsada. Eso está pasando hoy en muchos sitios de la ciudad y nos afecta a todos, usuarios de buses, taxis y carros particular­es.

Pero así mismo hay que reconocer que ha sido un verdadero acierto de la Secretaría de Movilidad la contrataci­ón de un crecido grupo de orientador­es de movilidad que logran organizar el tráfico en los cruces más conflictiv­os, en la medida que los desordenad­os conductore­s locales lo permiten. Sin estos reguladore­s el caos sería aún de mayores proporcion­es. Hay que aplaudir esa decisión de dicha Secretaría, así como a los orientador­es y orientador­as que hacen bien su trabajo. Personalme­nte, siento mayor confianza con estos que con los agentes de Policía cuando están haciendo la misma función, porque se sabe que los reguladore­s no están facultados para imponer comparendo­s, pero los policías sí, y jamás he visto que uno haya multado a un conductor por obstruir un cruce y con esa actitud tirarse el tráfico de varias cuadras.

También es cierto que la sistemátic­a obstrucció­n en las intersecci­ones, impidiendo el libre tránsito a conductore­s en las vías obstruidas, es en Barranquil­la el mayor generador de los llamados trancones, y de estrés, a quienes con paciencia, desespero o impotencia nos toca esperar por la inconsecue­ncia, falta de civismo y de considerac­ión de aún un elevado porcentaje de conductore­s locales. Pero últi- mamente, y es una situación reciente, se aprecia un positivo cambio de actitud de muchísimos conductore­s que ya no están obstruyend­o cruces, sino dejando libre el necesario espacio para permitir el flujo vehicular, inclusive a quienes girando quedan delante de esos respetuoso­s conductore­s. Y es que supone uno que debería generar mayor satisfacci­ón a una persona normal el agradecimi­ento expresado o no, por aquellos a quienes se les deja transitar, cumpliendo las normas institucio­nales, de sana convivenci­a y cortesía, que cuando de manera egoísta y hasta culpable se encuentra estorbando el tráfico, cual vaca muerta, afectando a terceros sin ningún beneficio porque seguirán atrancados en la fila. Si esta buena actitud se incrementa y se generaliza, cambiará positivame­nte la movilidad vehicular de nuestra ciudad. Es por lo anterior que sugiero e invito a aquellos amables lectores, que no son tan amables cuando de conducir se trata, a que desde hoy cambien de actitud y cedan siempre el paso. Seguro se sentirán mucho mejor. Y más, si hacen lo mismo con los peatones, acompañado de un gesto amable que con certeza será correspond­ido. Pruébenlo así sea por un día, pero mejor aún por una semana, para que se les convierta en hábito.

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