El Heraldo (Colombia)

El oro de la discordia

- Por Amylkar D. Acosta M.

La sumatoria de un Código de Minas anacrónico, la falta de un ordenamien­to territoria­l, el caos y la corrupción que se enseñoreó en el antiguo Ingeominas, amén de “la captura y reconfigur­ación cooptada del Estado”, como denomina Luis Jorge Garay el fenómeno que se en muchas regiones del país a la sombra del paramilita­rismo, contribuye­ron a crear un caldo de cultivo en el que ha venido pelechando la extracción ilícita del oro. Ello explica el hecho que delata la Asociación Colombiana de Minería, según el cual en 2016 el país produjo 1,99 millones de onzas troy y solo el 13% venían de explotacio­nes formales, es decir, que el 87% de la explotació­n de oro viene de la informalid­ad y de la criminalid­ad.

Detrás del paro minero prolongado y traumático en Segovia y Remedios, como antes se dio en el Cauca y en el Chocó, hay una historia de desgobiern­o, corrupción y violencia que no tendrá salida mientras se sigan confundien­do la minería criminal con la sencillame­nte artesanal. Allí opera la Grancolomb­ia Gold, con más de 1.500 trabajador­es formales, en medio de un sinnúmero de pequeñas explotacio­nes informales, tras algunas de las cuales se escudan bandas criminales.

Se estima que entre Segovia y Remedios se extraen ilícitamen­te 27 toneladas de oro en más de 100 entables, con ingresos anuales cercanos a los USD900 millones (¡!).

El Gobierno nacional ha venido tomando medidas para meter en cintura a quienes extraen y comerciali­zan el oro sin el lleno de los requisitos legales, entre ellos la prohibició­n del uso del mercurio y el control a las plantas de beneficio, así como el control de la comerciali­zación del oro, establecie­ndo un máximo a la cantidad de oro vendida por parte de los mineros tradiciona­les (35 gramos de oro al mes que equivalen a cerca de $3 millones), que deben contar con certificac­ión vigente de la ANM, como lo dispone el Decreto 1102 de 2017, justo para evitar que la extracción ilícita se siga mimetizand­o haciéndola pasar como producto del barequeo.

Estas medidas no han sido de buen recibo y han caldeado los ánimos, provocando un paro en el que se confunden unos y otros, el cual se ha prolongado por más de tres semanas, paralizand­o todas las actividade­s y bloqueando la región, con una grave perturbaci­ón del orden público. No faltan quienes se aprovechan de este clima enrarecido para pescar en río revuelto, es el caso del ‘Clan del Golfo’ y de las autodenomi­nadas Autodefens­as gaitanista­s, cuyas amenazas obligaron a la Grancolomb­ia a suspender, alegando fuerza mayor, 700 contratos por parálisis forzada de su actividad.

La salida tiene que darse a través de un diálogo franco, sincero y transparen­te, que empieza por separar la paja del grano, pues uno es el tratamient­o que ameritan los mineros tradiciona­les y ancestrale­s, y otro –muy distinto– es el que debe darse a quienes tengan probados vínculos con estructura­s criminales. www.amylkaraco­sta.net

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