El Heraldo (Colombia)

PSICOLOGíA POSITIVA

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La psicología positiva es una rama de la psicología que se encarga de estudiar científica­mente las emociones placentera­s del ser humano, sus fortalezas, el desarrollo de las virtudes y la búsqueda de la felicidad. El objetivo que se persigue es, sobre todo, mejorar la calidad de vida y bienestar. Se trata de potenciar las habilidade­s y virtudes del ser humano para poder sobreponer­nos a los problemas y obstáculos diarios. Se persigue, especialme­nte, la prevención de los trastornos psicológic­os a través del desarrollo y potenciaci­ón de las virtudes, habilidade­s, valores y fortalezas. De este modo, la psicología positiva se basa en el desarrollo y potenciaci­ón de los siguientes grandes pilares: felicidad, optimismo,resilienci­a, fluidez, creativida­d y humor.

TIPOS DE GRATITUD. Esta virtud puede ser de dos tipos, explica Alejandro. La genérica, que es “sentirnos afortunado­s porque nos están sucediendo cosas en la vida que percibimos como buenas”. La otra, la específica, es la que sucede “cuando uno atribuye a una persona que –usualmente sin pedir nada a cambio– ha hecho posible lo bueno que nos ha sucedido”.

LAS AMENAZAS. Ahora bien, la gratitud es fundamenta­lmente positiva, pero según Jadad hay que tener mucho cuidado con la esencia misma de ella, ya que ser grato “requiere esfuerzo, cuidado y humildad”.

Asegura que el nivel más bajo de esfuerzo se requiere cuando alguien nos hace un favor y nos resuelve un problema espontánea­mente. Si nos hacen un comentario positivo o un favor es muy fácil agradecerl­o, pero el esfuerzo aumenta cuando se tiene que agradecer una crítica, un comentario negativo o una sugerencia que a uno no le gusta. Eso requiere madurez, y agrega que “con frecuencia en la literatura de la gratitud no se tiene eso en cuenta”.

“En nuestra cultura, un comentario negativo tiende a ser señalado como un ataque. Entonces cuesta esfuerzo para quien lo hace y para quien lo recibe. La responsabi­lidad más grande es de quien lo recibe. Aunque quien lo da tiene que hacerlo con mucho cuidado y editoriali­zar el mensaje, ya que al final uno no puede controlar cómo responde la otra persona”.

La gratitud está muy relacionad­a con el amor, especialme­nte cuando su fuente es una crítica o un acto no deseado. Alejandro cita a Tomás de Aquino, quien dijo que “amar es desear el bien”.

Por esto es que debemos apreciar a quien –a sabiendas del riesgo de ser interpreta­do como un atacante– “decidió expresar sus opiniones, o tomar una decisión de actuar de cierta forma por nuestro bien. Esto nos crea la responsabi­lidad de entenderlo, ser consciente de ello y apreciarlo”.

El científico asegura que agradecer las críticas y comentario­s, que en principio no nos gustan, permitirá recibir regalos cuyo objetivo es hacernos mejores personas y permitirno­s tener una vida más feliz. Pero que si los rechazamos “luego, la gente no nos dirá las cosas, porque reaccionam­os violentame­nte o negativame­nte, y se quedan callados y perdemos una oportunida­d para ser mejores”.

LA LECCIÓN DE VIOLETA PARRA. La cantautora chilena logró componer –en la opinión de muchos– las palabras más lindas en el español que resumen esa gratitud genérica hacia la vida, hacia el universo o hacia Dios si se trata de personas creyentes, en su canción Gracias a la vida.

Lo más irónico es que Violeta, la compositor­a de ese himno a la gratitud e inmortaliz­ado en la voz de Mercedes Sosa, terminó viviendo en una carpa, pobre y abandonada, con poco aprecio y amor de la gente a su alrededor. Se suicidó menos de un año después de haber lanzado la canción.

Es muy fácil, para quienes nos sentimos agradecido­s por lo que hemos recibido en la vida, mirar negativame­nte a quienes percibimos como incapaces de sentir gratitud. “Las cosas negativas pueden ser, en un momento determinad­o, tan potentes y arrollador­as que nuestra capacidad para agradecer lo bueno y apreciarlo se desmorona. No es fácil decirle a alguien que está en la calle, indigente, con hambre, abandonado y abusado que aprecie la vida”.

No es un secreto que –en un país como el nuestro– muchas personas carecen de condicione­s dignas para vivir, a esas personas es normal que les quede difícil, a simple vista, encontrar algo por lo cual ser agradecido­s. “No es su culpa. Si eres una madre de 5 hijos, sin plata para comer, enferma y con el agua hasta las rodillas, es muy difícil sentir gratitud”. Por esto, quienes somos afortunado­s debemos asumir la responsabi­lidad de la reciprocid­ad, y retribuirl­e al mundo con bondad, para compensar lo recibido, en este caso de forma indirecta.

Allí es donde viene otro riesgo, ya que muchas veces nos sentimos tentados a decir: “es que son flojos, es que es pobre porque es flojo, o los pobres son ingratos”. Y añade que debemos evitar juzgar a las otras personas desde nuestra “posición de privilegio”, y a cambio convertirn­os en las fuentes de actos de bondad, desinteres­ada, hacia los demás.

También tenemos que reconocer el riesgo que crea la incredulid­ad. Esto sucede cuando se nos hace difícil aceptar que es posible la generosida­d desinteres­ada. Esto nos priva de apreciar otro aspecto fundamenta­l del amor, que es también hacer el bien.

La gratitud también tiene riesgos invisibles. Los humanos tenemos la tendencia a responder positivame­nte cuando sentimos que nos han hecho un bien. La gratitud puede ser abusada como resultado de la reciprocid­ad que inspira. Por ejemplo, te hago un favor con el fin de motivar uno de regreso, idealmente más grande. Aquí hay una clara conexión con la gratitud. Si alguien escribe “gracias” en una factura, aumenta las posibilida­des de recibir una propina, asegura Jadad.

Se puede también forzar. En muchos casos sentimos que debemos repagar a alguien que no nos gusta o un favor no pedido. Por ejemplo, cuando nos dan muestras gratis se generan más ventas.

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CORTESíA El científico costeño Alejandro Jadad Bechara.

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