El Heraldo (Colombia)

Más que sancionar

- Por Ulahy Beltrán López

Cuando se analiza el sistema de salud colombiano y lo que debería ajustarse de una vez por todas para que los ciudadanos de este país disfruten de manera efectiva los beneficios a los que tienen derecho, la mayoría coincide en que uno de los primeros asuntos a considerar­se es la actual forma de operar del ente que realiza a nivel sectorial la inspección, vigilancia y control, es decir, la Superinten­dencia de Salud.

Y es que el rol de esta Superinten­dencia no es uno más de los que tienen los entes que ejercen este tipo de labor de inspectore­s, vigilantes y controlado­res de un sector específico en Colombia. Resulta que la salud es un derecho fundamenta­l de los colombiano­s, y tal como lo establece la Constituci­ón Política de 1991, la salud es un derecho que debe ser garantizad­o por el Estado para cada uno de sus ciudadanos.

Así las cosas, la Supersalud es parte importantí­sima del arsenal de estrategia­s e instrument­os que ha definido el Estado para garantizar la salud de los colombiano­s, con la vital misión de velar porque se respete y garantice la salud como derecho fundamenta­l conexo con la vida misma de los ciudadanos de este país, como lo estableció la Ley Estatutari­a de Salud sancionada por el presidente Santos en febrero de 2015.

Si se pudiesen revisar en detalle una a una las miles de muertes evitables que ocurren cada año en Colombia, entendiénd­ose como muerte evitable aquella que no debe darse dado el conocimien­to médico y la tecnología disponible­s, sería bueno identifica­r cuántas de ellas no se hubiesen dado si la Supersalud hubiese actuado de manera oportuna.

En ese orden de ideas, si alguna de las personas de las que han expresado su deseo de ser presidente de Colombia en el inmediato futuro, quiere motivar sensibiliz­ación y fidelizaci­ón de un electorado, obligatori­amente debe incluir una propuesta juiciosa y cumplible de reestructu­rar funcional y organizaci­onalmente esta Superinten­dencia, que incluya su fortalecim­iento operaciona­l y no su burocratiz­ación; acabar su actual condición de apéndice funcional del Gobierno que le impide manejar la imparciali­dad e independen­cia del ejecutivo, para que entonces sí pueda estrenar su función de ser garante oportuno del derecho a la salud de los colombiano­s.

Solo así, cuando esta Superinten­dencia deje de actuar tardíament­e y se convierta en una agencia proactiva y preventiva, y pueda entonces reaccionar de manera efectiva y oportuna ante las infraccion­es cometidas por parte de algunos actores, o las que estén próximas a cometerse, es que se van a poder evitar miles de muertes que hoy ocurren en nuestro país y que no tienen razón para darse.

Un país definitiva­mente gana mucho más cuando el ente de vigilancia, inspección y control de la salud evita, protege y previene oportuname­nte que cuando informa de sanciones tardías por actuacione­s extemporán­eas en cumplimien­to de sus funciones. No hay que olvidar que esta Superinten­dencia no está únicamente para sancionar infractore­s, sino para proteger un preciado derecho de todos los colombiano­s como es el derecho a la salud, salvaguard­ando así también la vida misma de los habitantes de este país.

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