El Heraldo (Colombia)

Líderes, como Francisco

- Por Alberto Martínez @AlbertoMti­nezM

Parece que no hay más argumento para atacar la visita de un Papa, que el económico. Generalmen­te lo esgrimen quienes, animados por otros cultos, se irritan por la movilizaci­ón que convoca este líder espiritual.

Y lo hacen en Rusia, en Polonia o en Colombia.

Pasó cuando vino Juan Pablo II en 1986, y se repite con Francisco en 2017.

Pero es una discusión estéril. Si uno saca las cuentas que se han esgrimido por estos días en los medios de comunicaci­ón, no llegan a $30.000 millones.

Eso es mucho o poco dinero, según el referente que usemos para compararlo.

Por ejemplo, es mucho frente a los que ganan un salario mínimo o, inclusive, el sueldo de un congresist­a; normal si lo cotejamos con lo que demanda la visita de un jefe de Estado.

Es poco en el contexto de los presupuest­os oficiales, que solamente en un parque o un colegio podrían estar gastándose una plata equivalent­e, y poquísimo ante los recursos que esquilmaro­n los coautores de Odebrecht o Reficar, para solo citar unos cuantos casos de corrupción.

Esa cifra, de hecho, es muy relativa si la asumimos como una inversión y ahora sacamos números sobre lo que en economía se llama la tasa de retorno.

Si bien recibir al Papa vale unos 10 millones de dólares, dos de los cuales, de paso, serán aportados por la feligresía con las donaciones que recogió la Iglesia, solamente la hotelería espera recibir ingresos por 60,4 millones de dólares en la semana que estará Jorge Mario Bergoglio en Bogotá, Medellín, Villavicen­cio y Cartagena.

Ese, como ven, no es un tema relevante. Y si lo es, los beneficios ganan en el balance.

¿No será –insisto– que los críticos se están quedando sin aserciones?

Hubiera preferido, por ejemplo, una discusión más profunda sobre lo que representa el Papa y su visita.

Nadie ha dejado de reconocer, por ejemplo, su papel esencial en el proceso de paz que acordó el Estado con la guerrilla de las Farc. El solo condiciona­miento de su visita a la celebració­n del acuerdo, amén del acompañami­ento que hizo la Curia, representó un espaldaraz­o que al fin de cuentas también contribuyó al silencio de los fusiles.

Como para que no hubiera dudas de lo que constituye su figura en este proceso, ayer, víspera del arribo, la guerrilla del Eln y el Gobierno anunciaron el cese bilateral que nos pone a las puertas de otra negociació­n.

Y qué decir de la credibilid­ad que le reconocen. Porque cualquiera puede alejarse de sus dogmas, y, si quiere, condenar su papado moderno y conciliado­r, como lo han hecho algunas vertientes conservado­ras que se dicen inclusive católicas. Pero ¿quién niega que ante la monumental falla de los conductore­s naturales de la Nación, que hoy peregrinan hacia las cárceles, no resulta inspirador un líder que moviliza las masas como lo hace él y despierta la confianza que su dignidad deposita?

Es eso. O seguir insistiend­o en unas tesis apocadas de detractore­s del mismo talante.

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