El Heraldo (Colombia)

Familia, ética, moral y corrupción

- Por Orlando V. Caballero

Los recientes escándalos ponen en la palestra pública la discusión respecto de si la corrupción responde a las condicione­s: académicas sociales y económicas, de las personas que ocupan altos cargos públicos o privados.

Respecto de la educación de quienes en los últimos días se han visto involucrad­os en hechos de corrupción, debemos decir que son altos los requisitos que debieron cumplir, desde el punto de vista académico, para llegar a ocupar: magistratu­ras en las altas cortes, curules del Congreso y para el ejercicio de la abogacía.

En cuanto a su estatus social, aunque no es exigible como requisito para ser magistrado de alta corte, congresist­a o abogado. Sin duda, en un país donde la educación de alta calidad es un privilegio, los altos costos de las campañas electorale­s y los intrínguli­s del litigio, son un aspecto que restringe las posibilida­des, solo a las élites sociales y del poder político.

Con relación a lo económico de quien ejerce la magistratu­ra, el escaño político o litigio. Si bien es cierto, este tipo ejercicios profesiona­les produce un importante ingreso de dinero. No es menos cierto, que la solvencia económica no garantiza la ocurrencia de hechos de corrupción.

Entonces cómo se explica, que los tristement­e protagonis­tas de los más escandalos­os actos de corrupción de los últimos años en Colombia, pertenezca­n a familias adineradas, sean personas altamente capacitada­s y en gran proporción provenient­e de la empresa privada.

En Colombia el que una persona sea millonaria, tenga altos títulos académicos y pertenezca a los estratos más altos de la sociedad, no garantiza que sea protagonis­ta de un acto de corrupción.

Es valioso preguntars­e, si el problema de la corruptela en Colombia no depende de la capacitaci­ón, del dinero ni del estatus social del funcionari­o. ¿De dónde proviene la causa de la corrupción?

En otras palabras, cómo entender que un funcionari­o millonario,

adinerado, estudiado y socialment­e pertenecie­nte a la elite social, desde la empresa privada y entidades públicas, sea protagonis­ta de escandalos­os actos de corrupción.

Inexorable­mente el fenómeno de la corrupción en Colombia, se explica por el paulatino deterioro de tres institucio­nes fundamenta­les, que sirven de soporte para la construcci­ón de una la sociedad sana: familia, ética y moral. El deterioro de la familia evita una educación en casa soportada en principios y valores. Por su parte la sociedad envía mensajes subliminal­es que refuerzan antivalore­s. La respuesta a la corrupción es la educación desde lo ético y desde la censura moral social.

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