El Heraldo (Colombia)

Juchitán, la zona más afectada tras el mayor sismo de México

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JUCHITÁN, MÉXICO. Conforme la noche cae sobre Juchitán, un miedo de doble filo se apodera de sus habitantes: que se replique el tremendo terremoto que sacudió el sur de México la medianoche del jueves y tener que refugiarse en albergues mientras ladrones desvalijan sus endebles hogares.

Así, las calles de este poblado de unos 74.000 habitantes del istmo de Tehuantepe­c –la cintura más angosta del sur del país que separa al Atlántico del Pacífico– se convierten en zona de campamento para cientos de familias que no tienen agua ni electricid­ad, y se niegan a pernoctar en sus frágiles casas. 36 EN ESA ZONA. El terremoto de magnitud 8,2 es el “mayor registrado” en los últimos 100 años, según el Gobierno. Por el momento ha dejado 65 muertos, 36 de ellos en esta localidad.

Algunas de las puertas que quedan en pie esgrimen moños negros, en señal de ser anfitrione­s de inesperado­s velorios y funerales que se extenderán hasta hoy.

“Estamos en una paradoja terrible: si nos quedamos en la casa, puede volver a temblar y ahora sí se nos cae encima. Si nos vamos a los albergues, los rateros se ponen a las vivas y nos quitan lo poco que queda”, resume para la AFP Héctor Aguilar, un profesor de Historia de 52 años.

Mientras su esposa Mayra –termo de café en mano– acondicion­a en la banqueta dos colchoneta­s para sus hijas de nueve y trece años, Aguilar está convencido de hacer lo correcto para proteger a su familia.

“No podemos correr más riesgos. Las estrellas no se van a derrumbar sobre nosotros y entre vecinos nos vamos a proteger de los rateros todas las noches que sean necesarias”, asegura.

“LA GRAN INCÓGNITA”. Los rincones más emblemátic­os de Juchitán parecen post-apocalípti­cos: la iglesia está desgajada, el palacio municipal derrumbado de un costado y con la cúpula del reloj partida, la escuela es un revoltijo de escombros y vidrios rotos, y los comercios, en el mejor de los casos, están cerrados.

El Hotel del Río, uno de los más populares de la zona, se desmoronó. Su dueña, conocida por todos como Doña Margarita, murió al caerle el techo encima.

“Era una persona de trabajo, luchona, que por des- gracias de la vida su esposo tuvo un infarto cerebral y ella se quedó al frente del negocio y lo sacó adelante”, explica su yerno, Gonzalo Martínez, de 47 años, durante el velorio. AFP

El número de muerto por el terremoto aumentó a 65.

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