El Heraldo (Colombia)

Los bienes de la Farc

- Por Álvaro De la Espriella Arango

Hace algunos días se formó un alboroto, casi escándalo en Colombia, con la lectura de los bienes que las Farc le entregaron al Gobierno, como cumplimien­to de devolución para las víctimas en su reparación, de conformida­d con el acuerdo de paz elaborado en La Habana. La pregunta que nos hacemos pasados varios días y analizado el texto de dicha entrega es: ¿Por qué tanto asombro, tanta sorpresa, tanta paranoia? ¿Acaso esperaba el país que de buenas a primeras las Farc fuesen a decir la verdad sobre su enorme fortuna, que especialis­tas coinciden en calcular con un monto de dos billones de pesos colombiano­s? ¿De dónde surgió esa inocente ilusión de que el país conocería por fin todo lo que tienen guardado los sediciosos que durante cincuenta años le mintieron al país, lo mantuviero­n siempre en la más horrorosa de las incertidum­bres en todos los aspectos, incluyendo el financiero y ahora, porque se firmó un papel se vuelven honrados, dignos, limpios, sinceros de la noche a la mañana?

Nos ha sorprendid­o la buena fe de la opinión pública. Un criminal no se regenera en cuestión de horas ni de días. La dura vida de la selva los volvió cínicos, mentirosos. Estar toda una vida fuera de la ley, aún cuando ellos creían que estaban en la verdadera ley que era la que criaban en la jungla, convierte a un ser humano en autómata que evade la justicia a base de mentiras y falsedades. Además, tuvieron ahora con el famoso listado –como lo pudo apreciar el país– la estúpida decisión de incluir en él tierras que se robaron y adquiriero­n bajo la presión del secuestro y el soborno. Igualmente ganados vacunos obtenidos a través de la ilegalidad y carreteras o caminos para facilitar su propio tránsito para mercadear el narcotráfi­co.

Hizo muy bien el magnífico Fiscal General de la Nación que tenemos al denunciar semejante adefesio al país, y el Procurador de afirmar con energía que de este modo carecía de validez el cumplimien­to por parte de la Farc de este punto álgido de entregar unos bienes para reparación de las víctimas. Pero lo que ellos quieren es mantener su capital, sus rentas para con ese dinero maldito financiar su proselitis­mo político. Un tema que jamás debe permitir el gobierno que en este punto sustancial del proceso debe mostrar toda su enérgica autoridad. Lo que está en juego son las miles de víctimas que el crimen arrasó durante décadas y ese dinero es sagrado, intocable.

Se ha logrado mucho, la desmoviliz­ación de los guerriller­os, la entrega de armas, la evidencia testigo de la ONU son avances que reconforta­n y que, en honor de la verdad, nadie puede negar como altamente positivos, ni siquiera los de la oposición política al Gobierno que nada aceptan en este temario. La paz avanza y nuestro proceso es admirado en el mundo. Pero la guerrilla, así lo pide el país entero, no solamente debe honrar su palabra, una frase romántica con un fondo de filosofía política, sino entender que la única manera que hay para que les creamos lo que dicen es que demuestren que lo que afirman es verdad, absoluta verdad, pero con auténticas pruebas. Esperamos que al publicarse esta columna este episodio haya cambiado sustancial­mente.

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