Un paseo por la autopista
El manejo de nuestras obras públicas tiene todavía mucho espacio para mejorar. Uno de los aspectos que más se suele descuidar es el de la seguridad (desde los diseños hasta la ejecución), lo que nos expone permanentemente a percances que podrían evitarse si se cumplieran, no ya las normas establecidas, sino los más elementales juicios relacionados con el sentido común. Es por eso que cuesta mucho entender por qué se siguen propiciando situaciones de extremo peligro en proyectos que han tenido inversiones significativas. Un buen ejemplo de esto es la autopista a Puerto Colombia, una obra que a pesar de no estar terminada fue recientemente inaugurada por el presidente de la República, en una nueva muestra de nuestra laxitud general para concretar las inversiones que tanto nos cuestan a todos.
Por alguna razón la llamamos autopista, pero con una rápida y empírica inspección es fácil darse cuenta de que sus especificaciones no cumplen con lo que promete su nombre. Aún despojándola de esa equivocada denominación, que en realidad obedece más al folclor local, la vía presenta serios riesgos para sus usuarios, casi todos motivados por su estado inconcluso. Lo más relevante es la permanente presencia de retornos o giros en “U”, situación que se presenta desde hace mucho tiempo y que los nuevos trabajos no han terminado de arreglar. A pesar de haber ampliado las calzadas hasta 3,65 metros, lo cual incita a los conductores a incrementar su velocidad, estos cruces indebidos y mal adecuados permanecen sin señalización correcta, ni siquiera una temporal, y dispuestos para el mal uso de todos en varios puntos de la vía. Que no se haya presentado una calamidad mayor debe atribuirse a la divina providencia.
Supongo que esos cruces siguen allí porque no se han podido habilitar retornos adecuados, nada que no se hubiese podido solucionar y prever con una planeación juiciosa. El puente proyectado en la “Ye” de los chinos, que sospecho cumplirá con esa función de retorno, no se ha terminado y está en una especie de parálisis, con lo cual seguiremos por varios meses expuestos a estos incomprensibles peligros. Sin embargo, una vez terminado el puente harán falta al menos un par de retornos más, parecidos al que existe frente al Colegio Alemán, así que la funcionalidad misma de la vía se verá afectada. Si no se corrigen estos problemas se facilitarán las condiciones para maniobras imprudentes en el futuro.
He repetido en anteriores ocasiones que se deben valorar positivamente todas las inversiones en infraestructura que se están adelantando en nuestra Región. El esfuerzo no ha sido menor y los beneficios son tangibles. Pero también he mencionado que ya debemos superar la etapa del asombro y pasar a reclamar calidad en las intervenciones públicas. El proyecto de mejora de la vía a Puerto Colombia era necesario y oportuno, por eso debemos esperar que con su intervención la vía ofrezca todas las condiciones de seguridad posibles. Todavía estamos a tiempo.