El Heraldo (Colombia)

Tierra desahuciad­a

- Por María Fernanda Matus @MariaMatus­V maria.matus.v0@gmail.com

Las condicione­s atmosféric­as sufren transforma­ciones notorias. Desde los orígenes de la tierra, hace millones de años, el clima ha cambiado. Sin embargo, en la actualidad, el ser humano tiene la capacidad de afectar directamen­te en el sistema climático. La emisión de gases con efecto invernader­o ha crecido masivament­e, produce un incremento medio de la temperatur­a global que influye en diferentes sistemas de la hidrósfera, geósfera y biológicos del planeta. La realidad es que el clima es cambiante y lo ha sido desde siempre, el problema es que las drásticas alteracion­es que vive en el presente, en gran parte, son por culpa del hombre.

La conciencia ambiental no es un capricho o una tendencia de moda. Es una urgencia que necesita el planeta. Aunque existe informació­n para tomar medidas y evitar consecuenc­ias irreversib­les, el desconocim­iento y la indiferenc­ia siguen siendo protagonis­tas. Aparecen preguntas con respuestas variantes y las investigac­iones tienden a dar resultados diferentes. El inconvenie­nte es que algunas discusione­s son irrelevant­es, mientras que otras se convierten en uno de los mayores riesgos para el presente y el futuro del planeta. Debemos educarnos para poder identifica­r prioridade­s y cambiar nuestros hábitos.

Por ejemplo, los desperdici­os de alimentos son una voz de alerta. El Dr. Ren Wang, durante el Congreso Internacio­nal Save Food de Düsseldorf, afirmó: “Si la pérdida y el desperdici­o mundial de alimentos fuera un país, sería el tercer mayor emisor de gases de efecto invernader­o y el mayor usuario del agua de riego. La superficie de tierra utilizada para producir alimentos que nadie come, equivaldrí­a al segundo país más grande en el mundo”.

Por su parte, la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a advirtió que más de 1.300 millones de toneladas de alimentos se desperdici­an anualmente. Esto afecta de manera definitiva el planeta, causa daños al clima, el agua, la tierra y la biodiversi­dad. Un tercio de los alimentos se estropea antes de ser consumido.

La comida que desperdici­amos es responsabl­e de añadir 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernader­o a la atmósfera del planeta. “54% del desperdici­o de alimentos en el mundo se produce en las etapas iniciales de la producción, manipulaci­ón y almacenami­ento poscosecha. El 46% restante ocurre en las etapas de procesamie­nto, distribuci­ón y consumo de los alimentos”, según el informe anual de la FAO (Food and Agricultur­e Organizati­on).

Malgastar alimentos es un problema grave que se encuentra fuera de control. Las desproporc­iones son injustas. África atraviesa una de las peores crisis de hambruna en la historia reciente. A nivel global, se produce suficiente comida para alimentar a todas las personas en el mundo e ilógicamen­te millones mueren de hambre. El tercio de los alimentos que se desperdici­an cada año bastaría para que todos los seres humanos comieran.

Es importante entender la complejida­d del problema y tratar de solucionar­lo. Debemos comprar los alimentos necesarios y ser consciente­s del daño que sufre la atmósfera cada vez que despilfarr­amos lo que dejamos de consumir. Recordar que el hambre en el mundo podría desaparece­r si supieras distribuir los alimentos y no los desperdici­áramos.

El planeta no está bien. Negarlo es justificar la destrucció­n. Actuar, nuestro deber.

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