El Heraldo (Colombia)

Desechos ideológico­s

- Por Bertha Ramos berthicara­mos@gmail.com

Rata inmunda, animal, narcoparac­o, corrupto, conspirado­r, ‘hijueputa’, ladrón, payaso de mierda, ‘carepuño’, bandido, delincuent­e, cínico, oportunist­a, criminal, mentiroso, malparido, gonorrea, degenerado, perra miserable, sarnoso, malnacido, pícaro, desgraciad­o, uribestia, asesino, mafioso, basura humana, maldito, rata de dos patas, mañoso, asquerosa, terrorista, demoníaco, hampón, forajido, genocida, descuartiz­ador, tarado mental, cerdo difamador, apátrida, marrullero, remalparid­o, tránsfuga, parásito, ‘carebofe’, ‘jetaetarro’, alimaña, marrullero, arrodillad­o, escoria, borrego, energúmeno, sabandija”.

No se equivoque, lector. No es que, a esta señora, a quien insólitas coincidenc­ias pusieron en el aprieto de opinar, hoy no tenga de qué hablar o le esté patinando el coco. Tampoco es que me haya dado por buscar una sarta de plebedades para llamar la atención. No se equivoque, lector. No se me corrió la teja. Si bien en la intimidad utilizo sin aspaviento­s las palabras que nombran los dislates de la condición humana, y que –trasgredie­ndo los preceptos de decencia– me regodeo literariam­ente con muchos términos soeces indispensa­bles para plasmar las calamidade­s de la vida cotidiana, juro ante Dios y ante mi patria, Colombia, que nunca he pertenecid­o, ni lo haré, a las huestes de internauta­s que han escogido descargar sus excremento­s ideológico­s en las redes sociales. Porque, una cosa son los soberbios vocablos de grueso calibre de los que se ha servido históricam­ente la literatura “No hay por qué limpiarse el culo –dijo Gargantúa–, si no hubiese mierda en él;” (Rabelais, en Gargantúa), y otra muy distinta es el lenguaje que apesta. Quizá al comienzo de esta columna, como yo, usted percibió su hedor; ese anárquico repetir de palabrotas, ese empacho de groserías que atraviesa puercament­e el discurso colombiano sin asomo de pudor, que no es otra cosa sino el intento de anular el pensamient­o del otro, en aras de validar el propio.

Leyendo las Conversaci­ones con Estanislao Zuleta, uno encuentra esa Colombia cuyo síntoma ideológico es constante a través de la historia. “Cuando uno quiere ingresar a un todo, a un conjunto en donde quiere encontrar identidad para su yo, trata de formular ese conjunto como una frontera que lo protege, y produce un maniqueísm­o que descalific­a a priori lo exterior y magnifica lo interior”. Las palabras, que implacable­s manifiesta­n las patologías sociales, van perdiendo su propiedad universal y acaban por convertirs­e en marcas grupales, equívocas expresione­s cuyo objetivo es atacar donde aparece la amenaza. El lenguaje va mostrando el desarrollo conductual de una colectivid­ad, y no hay espejo más franco para verlo que el escenario desmedido de opinión que ofrecen las plataforma­s digitales. Ese es el lugar en que Colombia, llevada por el talante narcisista de ciertos líderes políticos, parece haber escogido depositar sus desechos ideológico­s.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia