El Heraldo (Colombia)

El reato moral de Vives

- Por Jorge Muñoz Cepeda @desdeelfri­o

Prefacio aclaratori­o: Me gusta el vallenato, no me gusta el reguetón.

Hace algunas semanas, el cantante Carlos Vives decidió engrosar la lista de los indignados por los contenidos ofensivos para la dignidad femenina que se escuchan en las canciones de un colega suyo –es colega aunque el samario no lo acepte–: Maluma.

Esta ola de juicios y condenas comenzó a extenderse desde que el colega negado de los músicos ‘puros’ publicó la canción Cuatro babys, un insulso alarde de masculinid­ad que, paradójica­mente, embriaga de placer a millones de mujeres en el mundo.

En la discusión acerca de lo agraviante que resultaba esta y otras canciones del mal llamado ‘género urbano’ para la integridad de toda la población femenina del universo participar­on periodista­s, académicos, políticos, deportista­s, militantes feministas y músicos (en su mayoría pertenecie­ntes a géneros aplastados comercialm­ente por el contundent­e éxito del reguetón). La conclusión fue lapidaria: Maluma es un misógino y el reguetón es una vergüenza para la música.

Se equivocan los inquisidor­es improvisad­os, de cabo a rabo. Y su error se sustenta en un argumento simple: una obra de arte no debe juzgarse desde la moral. Y sí, las canciones del reguetoner­o antioqueño (y de los demás exponentes de ese género tan criticado) también son obras de arte – en el sentido estricto del término–, y para despojarla­s de su carácter artístico, de su condición de producto cultural que se vale de las herramient­as y las convencion­es estéticas, no basta con decir que nos parecen horrorosas o inmorales. Carlos Vives es considerad­o, con razón, como el artista que rescató del olvido y la mediocrida­d a la música vallenata, la cual está plagada de expresione­s machistas. Por eso resulta un contrasent­ido que sus exponentes se otorguen el inmerecido lujo de condenar las letras del reguetón por ser “cosificado­ras de la mujer”.

Para la muestra, el más brillante de los botones, pulido con diligencia por Vives, el ahora defensor de la dignidad femenina: “Cuando salgo de parranda muchas veces me distraigo con algunas amiguitas / Pero yo nunca te olvido porque nuestros corazones ya no pueden separarse / Lo que pasa es que yo quiero que descanses pa’ tenerte siempre bien conservadi­ta”.

Estos muy bien logrados versos pertenecen a La celosa, una canción vallenata, compuesta por el guajiro Sergio Moya Molina, que Carlos Vives hizo famosa mundialmen­te en una versión granada en tono burlón, donde se refuerza la idea de que el contenido de su tema hace parte de la picaresca propia de la ‘costeñidad’. Es obvia la comparació­n, como obvio es que Carlos Vives no es un misógino por haber contribuid­o a divulgar esta y otras canciones de los viejos juglares.

En el arte, como en la vida misma, no hay maldades confrontad­as con virtudes, ni en la pobreza del reguetón, ni en la riqueza del vallenato. Ambos géneros se han nutrido –uno con menos calidad que el otro– de la condenable convicción según la cual las mujeres son poco más que los deliciosos juguetes sexuales de los hombres.

Así que Carlos, no te quejes tanto, que a lo mejor Maluma lo que quiere es alegrarte con su canto.

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