El valor de verdad
Aprendí y ahora enseño que una buena historia debe ser entretenida y coherente, que lo entretenido no es necesariamente sinónimo de divertido, y que la coherencia pasa por tener claro que todo lo que se cuente tenga una razón y un motivo. Para conquistar a una audiencia cada vez más estimulada, rodeada de relatos que le llegan con muchas formas y por todo tipo de vías, el propender por la sensatez en el sentido se vuelve una tarea fundamental; sin que ello implique, porque no debe ser de otra manera, dejar de lado la empatía con la forma. Lo interesante no tiene que ser aburrido, y lo entretenido es, casi siempre, interesante. Una cosa no pelea con la otra.
En el relato noticioso, lógico es suponer que el fondo basado en datos, hechos verificables, testimonios de testigos o expertos reconocidos, imágenes y sonidos del mundo real, ocupe mayor atención que la forma. El grado de “calidad” de una noticia pasa por ofrecer al espectador los elementos suficientes que permitieran darle un “valor de verdad” a lo que se lee, escucha o ve. Eso, repito, es lo lógico de suponer. El fondo por encima de la forma, pero trabajando la forma para que aporte lo suyo a lo entretenido y coherente del relato.
Pero lo lógico de suponer no es lo que pasa. Al ya manido fenómeno de la “espectacularización” del relato noticioso le sumamos ahora la vertiginosa, incontrolable y poco o nada responsable viralización por redes, reino del veloz tipeo y la lenta argumentación, donde, y como se ha comentado en anteriores ocasiones, el citado valor de verdad se vuelve directamente proporcional a los retuits o las veces que se replique la cadena de Whatsapp.
Caímos entonces en una paradoja: Como algunos de los medios tradicionales empezaron a priorizar la forma sobre el fondo, y de paso adobaron esa forma con una cercanía peligrosa y hasta incestuosa por momentos con el poder, una parte de la audiencia pasó a darle mayor valor de verdad a lo que recibía por unas redes sin censura, sin firma, supuestamente sin dueño; pero cada vez más parecidas en la forma. Desde los memes hasta las cadenas que empiezan o terminan con el pedido de “pasar a todos sus contactos”, cada click valida lo que se recibe; y en esa validación la verdad se nubla más.
Pero ahí no acaba la paradoja: Los mismos medios que ayudaron con sus errores a nublar la verdad son los que hoy reclaman para sí el derecho de enarbolarla como bandera, incluso usando para ello las mismas redes que antes los atacaban. La lucha sigue siendo por retuits, por encuestas virtuales, por hashtags, por marcar tendencias fútiles que sirvan, eso siempre, para tapar el servilismo a causas propias del poder o de quienes quieren llegar a él.
Estos relatos virales, donde la forma espectacular disimula un fondo intencionado, bien podrían entenderse como un problema de salud pública. Hasta eso ha cambiado. Ahora lo viral es como estar a la moda. A ver si mejoramos nuestras defensas tomando vitaminas de criterio.