Santa Marta vive el cambio
Siendo Carlos Caicedo rector de la Universidad del Magdalena, lo acompañé un día al despacho del alcalde Hugo Gnecco Arregocés, y, en medio del diálogo, Caicedo le pidió a Gnecco que le entregara a la universidad el teatro Santa Marta para restaurarlo. Gnecco prometió cederlo, y añadió una frase que hoy me parece de antología: “El teatro es una ruina llena de ratas”. Evidentemente, no eran las únicas ratas que estaban devorando los bienes públicos de la ciudad de Bastidas.
Han pasado unos 15 años desde aquella conversación matinal y muchas cosas han ocurrido en la vida política y administrativa de Santa Marta, especialmente en los últimos seis años correspondientes a los gobiernos de Caicedo y Rafael Martínez. “Lo que pasa en Santa Marta es digno de contarlo”, ha dicho el alcalde Martínez.
Estos dos dirigentes, en representación de un proyecto político llamado Fuerza Ciudadana, asumieron el compromiso de gobernar la ciudad sin el respaldo de la clase política del Magdalena. Encontraron, según decía el alcalde Martínez en el foro del jueves pasado organizado por EL HERALDO, una ciudad quebrada y atada a un montón de concesiones ruinosas, entre ellas la del agua y la del recaudo a las que les pusieron fin. Caicedo y Martínez han venido cambiando, con resultados y obras, el escenario que no le permitía avanzar a Santa Marta. Desde luego, milagros no puede haber en el corto plazo. Se van a requerir, por lo menos, 16 años para que se consolide la transformación de Santa Marta y se vayan superando problemas estructurales como la informalidad y la pobreza, que son los problemas principales de los samarios. Una fortaleza indudable es que hoy la ciudad está siendo pensada a largo plazo, ha trazado un plan estratégico, y cuenta con el acompañamiento de organizaciones como la ONU-Hábitat.
El reto político y ético de Fuerza Ciudadana es no repetir la experiencia del Movimiento Ciudadano de Barranquilla que perdió el poder distrital por la corrupción de sus principales líderes y sus lamentables divisiones. En mejor momento no podían llegarle a Santa Marta los XVIII Juegos Bolivarianos. Son una oportunidad para visibilizar la ciudad. A partir de ahora dispondrá de una infraestructura deportiva que ha sido posible gracias a la concurrencia de Coldeportes y la Alcaldía. Será responsabilidad del gobierno samario conservar los nuevos escenarios. Así lo ha garantizado el alcalde Martínez. Además, la apuesta del gobierno distrital es poner en marcha una política pública que fomente las ligas en las diferentes disciplinas deportivas.
Tal vez la cereza que estaría faltando para completar el renacimiento de Santa Marta sería que el Unión Magdalena ascienda a la primera división del fútbol profesional, dispute la final de la Liga Águila con el Junior y quede campeón. Es el sueño de todo samario. Pero esa proeza no es fácil.