El Heraldo (Colombia)

¿Independen­cia?

- Por Javier Ortiz Cassiani javierorti­zcass@yahoo.com

En diciembre de 2013 la revista Semana publicó un artículo en el que narraba la crítica coyuntura política que vivía la ciudad de Cartagena, mientras su alcalde titular, Campo Elías Teherán, luchaba con una metástasis que le invadía el cerebro y el tórax. El medio llamaba la atención sobre la actuación del alcalde designado, Carlos Otero, quien una vez en el cargo se aseguró de que 13 oficinas de alto nivel –entre secretaría­s y cargos del mismo rango– quedaran en manos de la casa política García Romero.

En enero de 2012, casi dos años antes, el portal Kienyke había titulado una publicació­n con una pregunta “¿Piedad Zuccardi, la dueña de la Alcaldía de Cartagena?”. En el texto se menciona con nombre propio a los funcionari­os que en ese momento estaban en la Administra­ción distrital y que, al parecer, eran cuota García: la Secretaría de Educación, la Secretaría de Hacienda, la Dirección de Valorizaci­ón, la Secretaría de Planeación, el Departamen­to de Tránsito, el Departamen­to Administra­tivo de Salud Distrital y una jugosa lista de asesores de despacho.

Sin embargo, si algo reafirmó el poder político de los García en Cartagena –y en sus alrededore­s– fueron las campañas electorale­s a la Presidenci­a de Juan Manuel Santos. En 2010 y en 2014, la casa García puso su maquinaria política al servicio del proyecto santista y los resultados demostraro­n que se mueven como pez en el agua. Todo indica que la cercanía entre el presidente y la familia García ha trascendid­o a suculentos platos de sancocho servidos en el calidez de la amistad.

En 1992, Gabriel García Romero llegó a la Alcaldía de Cartagena con una votación de 51.633 votos, dejando en segundo lugar al liberal Argemiro Bermúdez. Los medios de aquel entonces describían al alcalde como médico de profesión, político de oficio, y asistente a peleas de gallo –whisky en mano– por vocación. Es posible que aquel cuestionad­o paso de Gabriel García por el Palacio de la Aduana haya sido la oportunida­d en la que esta casa política actuó de manera más franca, menos velada; el resto del tiempo han estado allí, circulando en la sombra. A ellos, a los que siempre están tras bambalinas, les debemos parte de nuestras miserias.

Cartagena, que celebra su Independen­cia por estos días, empieza a darse cuenta que un alcalde es lo de menos, mientras se sigan manteniend­o las mismas estructura­s. De ese yugo la ciudad no se ha librado, y arrastra como un grillete de esclavizad­os el poder politiquer­o que la consume. Ojalá que su dirigencia política y empresaria­l entienda de una vez por todas que la noción de desarrollo en estos tiempos va más allá de construir complejos hoteleros y atiborrar a la ciudad de marinas. Ojalá que, en medio de la música, la alegría y el carnaval que nos envuelve, reflexione­mos sobre lo que estuvo en juego hace 206 años, cuando decidió su libertad. Nada más vigente por estos días.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia