El Heraldo (Colombia)

¿Votaría por impunidad?

- Por Iván Cancino

El anuncio de esta semana de Clara López como fórmula vicepresid­encial de Humberto De la Calle es lo más parecido al refrán de tal para cual. De la Calle, en representa­ción de la cada vez más impopular administra­ción de Santos, fue el encargado de entregarle el país a las Farc, y López ha sido una furibunda activista de extrema izquierda con vivienda, mínimo, en un estrato “50”.

Mientras que De la Calle casi que ha participad­o en todos los gobiernos desde que tiene uso de razón, López fue figura destacadís­ima en la desastrosa administra­ción de Samuel Moreno como alcalde bogotano.

Pero, vaya paradoja, los dos se muestran hoy independie­ntes y prestos a ayudarle a una supuesta nueva Colombia. (Ah, y a los pobres, según ellos). Los dos, igualmente, son contradict­orios. Ahora, como candidato presidenci­al, De la Calle condena con una vehemencia –que muchos no le van a creer– los recientes ataques del Eln.

En cambio, cuando colmaba de concesione­s a las Farc en Cuba, era más contenido cuando esa banda terrorista cometía atentados.

Es más, en alguna oportunida­d De la Calle aseguró que si en el plebiscito de octubre de 2016 ganaba el No, el “proceso de paz” se acababa. Pero eso nunca sucedió y tanto Santos como él se salieron con la suya: se burlaron del pueblo colombiano que por mayoría triunfó con el No.

Algo parecido le sucede a López. “Desde niña sufrí mucho con la injusticia”, le dijo en 2010 a Margarita Vidal. No hemos visto, sin embargo, que se haya desprendid­o de alguna parte de su inmenso capital para repartirlo entre los pobres y así hacer de Colombia un país menos injusto. O que con su dinero se haya construido al menos una escuela o un centro de salud en algún lugar del país.

Pero la gente no es boba y no come cuento. A la dupla De la Calle-López le castigará todas esas mentiras e incoherenc­ias en las elecciones de mayo.

Abramos los ojos. Los colombiano­s tenemos que dejar atrás esa poca memoria que nos ha caracteriz­ado. No podemos permitir que este par se erija como la fórmula salvadora de Colombia cuando todos sabemos que son partícipes de las desgracias que el país ha padecido en los últimos seis años. Él como hacedor de las espurias negociacio­nes con la guerrilla y ella como su defensora a ultranza. Quienes nunca hemos estado de acuerdo con la entrega del país a las guerrillas, tenemos que hacernos sentir y reclamar de nuevo en las urnas lo que nos robaron en el plebiscito.

Nadie puede ser tan obtuso para estar en desacuerdo con la paz. Pero no una paz como la que negociaron Santos y De la Calle con el apoyo de López: con impunidad para narcotrafi­cantes y violadores de niñas, y con cupos en el Congreso para perpetrado­res de masacres, de tomas de pueblos, de desplazami­ento de campesinos y de irreparabl­es daños al medio ambiente.

P.D: No soy xenófobo. Faltaba más. Pero los millares de venezolano­s que a diario ingresan a Colombia se están convirtien­do en una bomba de tiempo para nuestro país. Si la Casa de Nariño no le para bolas al tema, algo muy grave va a pasar. ¡Dios no lo quiera!

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