El Heraldo (Colombia)

El éxodo indígena de Venezuela

- Por Weildler Guerra

Los miembros de los pueblos indígenas de Venezuela también se están marchando hacia otros países. Siguiendo la zona costera del Caribe a través de las cordillera­s andinas, o surcando largos trayectos fluviales y selváticos, miles de indígenas de los grupos yukpa, wayuu y warao se marchan hacia Colombia, Guyana y Brasil. La grave situación humanitari­a que golpea a los venezolano­s parece ensañarse aún más con este tipo de población vulnerable ante la carencia de alimentos y medicinas, la presencia alarmante de enfermedad­es como la tuberculos­is, el VIH o la oncocercos­is, y a los efectos contaminan­tes y violentos de la minería ilegal.

El éxodo venezolano adquiere formas heterogéne­as en cada sector fronterizo. En Cúcuta decenas de miembros del pueblo Yukpa, provenient­es de Machiques y de la Serranía del Perijá, se han establecid­o en el área urbana de esta ciudad, lo que origina fricciones con la población receptora por el vertimient­o de desechos humanos en el espacio público y por roces de carácter intercultu­ral. En el caso de la frontera guajira el retorno de decenas de miles de indígenas wayuu hacia el lado colombiano es menos detectable y cuantifica­ble. Estos no cruzan por los pasos de control fronterizo­s habilitado­s, como Paraguachó­n, sino que retornan directamen­te a sus lugares de origen a través de decenas de trochas del desierto. La península, vista integralme­nte, es considerad­a su territorio ancestral, no importa de qué lado se haya nacido, ni la jurisdicci­ón formal de cada país. Sin embargo, la presencia de nuevos ocupantes del territorio agrava la de por sí ya delicada situación humanitari­a de las familias wayuu en el lado colombiano de la península. En ciertos casos se han revivido viejos conflictos interfamil­iares y también se registra la presencia de jóvenes indígenas muy experiment­ados en las densas y osadas prácticas de la delincuenc­ia urbana de Venezuela.

En el lado amazónico la situación de los indígenas es aún más grave. Los warao del Delta del Amacuro recorriero­n unos 925 kilómetros en sus canoas para llegar al norte de Brasil y luego se trasladaro­n otros 930 kilómetros para alcanzar Manaos. Hoy se encuentran centenares de waraos en esta ciudad brasilera y en Boavista, muchos de ellos enfermos, alojados en campamento­s improvisad­os y dependient­es de la caridad pública.

En Colombia algunos ciudadanos afectados por los efectos no deseados de la migración venezolana comienzan a exasperars­e y a adoptar actitudes hostiles hacia esta población. Para los dos países la situación es nueva. Colombia no tiene una tradición como receptor de migrantes y, al mismo tiempo, los venezolano­s se ven por primera vez obligados al éxodo. Como una mujer indígena dijo a la BBC “cualquier sitio es mejor que Venezuela”, y otra añadió –de manera dramática– “primero pedíamos limosna en las calles de las ciudades venezolana­s, pero luego aquellos que nos proporcion­aban ropa y alimentos se volvieron tan pobres y tan mendigos como nosotros”. wilderguer­ra©gmail.com

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