Epidemia de solitarios
El viejo escuchó con atención: “un objetivo del transhumanismo es alargar la vida hasta los 200 años”. - ¿Qué te parece? - Una tontería: a mis 88 uno ha vivido demasiado.
En el mundo de hoy muchos piensan que se está viviendo demasiado. Lo dicen, por ejemplo, las víctimas de la depresión, la enfermedad más frecuente en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) que ha registrado 788.000 muertes al año por depresión. En Colombia se ha comprobado que cuatro de cada diez personas mayores han tenido algún síntoma depresivo, de modo que a muy pocos les entusiasmaría la idea de vivir 200 años.
Todas las limitaciones del viejo parecen conducir al mismo abismo de la depresión, pero sobre todo, la de la soledad, que se ha convertido en una frecuente causa de suicidios. De nuevo la OMS sentencia que las primeras causas de suicidio en el mundo son “las quiebras y la soledad”.
Adquiere así, la soledad, el siniestro carácter de enfermedad epidémica que, en la Gran Bretaña creó la necesidad de un Ministerio para la soledad.
Parece increíble que la soledad pueda ser un peligro para los humanos de hoy, concentrados en ciudades superpobladas, que habitan edificios y urbanizaciones donde conviven con otras personas y familias y que, además, cuentan con la tecnología más perfecta de la historia para la comunicación. Y, sin embargo, la soledad ha crecido como enfermedad hasta el punto de estar clasificada como epidemia mundial, junto con una de sus expresiones: el suicidio. El año pasado se registraron en Colombia dos intentos de suicidio cada hora, según estadísticas de Medicina Legal.
Además de su carácter de enfermedad silenciosa, en nuestra sociedad ruidosa y tumultuosa, la soledad no se mira como un riesgo ni como un mal. Por esto las políticas públicas, lo mismo que los cuidados familiares para los viejos, no han logrado entender:
Primero: que al viejo en vez de medicinas, frazadas o regalitos se les debe dar trabajo. Sentirse útiles, mantener sus manos y su entendimiento ocupados es el mejor de los reconstituyentes.
Segundo: para el viejo es tan necesaria, así como la alimentación o el cuidado médico, la compañía.
No solo los viejos, también esa parte de la humanidad adicta a lo digital, que se usa para conectarse pero no para comunicarse. Los usuarios han hecho de lo digital un medio para aislarse: mientras hacen contactos con personas ausentes, ignoran a los que las rodean; además, las redes digitales han sido invadidas por una insaciable sed de dinero que hace de cada interlocutor o un rival o un cómplice de negocios.
Esto lo saben muy bien organizaciones como Digital Detox con sus programas de desintoxicación de lo digital, que trata como a enfermos a las víctimas de un mal uso de la tecnología que, en vez de comunicar, produce seres solitarios. Es absurdo, en la era de la comunicación digital la epidemia mundial es la de humanos solitarios.