El Heraldo (Colombia)

Epidemia de solitarios

- Por Javier Darío Restrepo @JaDaRestre­po

El viejo escuchó con atención: “un objetivo del transhuman­ismo es alargar la vida hasta los 200 años”. - ¿Qué te parece? - Una tontería: a mis 88 uno ha vivido demasiado.

En el mundo de hoy muchos piensan que se está viviendo demasiado. Lo dicen, por ejemplo, las víctimas de la depresión, la enfermedad más frecuente en el mundo, según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) que ha registrado 788.000 muertes al año por depresión. En Colombia se ha comprobado que cuatro de cada diez personas mayores han tenido algún síntoma depresivo, de modo que a muy pocos les entusiasma­ría la idea de vivir 200 años.

Todas las limitacion­es del viejo parecen conducir al mismo abismo de la depresión, pero sobre todo, la de la soledad, que se ha convertido en una frecuente causa de suicidios. De nuevo la OMS sentencia que las primeras causas de suicidio en el mundo son “las quiebras y la soledad”.

Adquiere así, la soledad, el siniestro carácter de enfermedad epidémica que, en la Gran Bretaña creó la necesidad de un Ministerio para la soledad.

Parece increíble que la soledad pueda ser un peligro para los humanos de hoy, concentrad­os en ciudades superpobla­das, que habitan edificios y urbanizaci­ones donde conviven con otras personas y familias y que, además, cuentan con la tecnología más perfecta de la historia para la comunicaci­ón. Y, sin embargo, la soledad ha crecido como enfermedad hasta el punto de estar clasificad­a como epidemia mundial, junto con una de sus expresione­s: el suicidio. El año pasado se registraro­n en Colombia dos intentos de suicidio cada hora, según estadístic­as de Medicina Legal.

Además de su carácter de enfermedad silenciosa, en nuestra sociedad ruidosa y tumultuosa, la soledad no se mira como un riesgo ni como un mal. Por esto las políticas públicas, lo mismo que los cuidados familiares para los viejos, no han logrado entender:

Primero: que al viejo en vez de medicinas, frazadas o regalitos se les debe dar trabajo. Sentirse útiles, mantener sus manos y su entendimie­nto ocupados es el mejor de los reconstitu­yentes.

Segundo: para el viejo es tan necesaria, así como la alimentaci­ón o el cuidado médico, la compañía.

No solo los viejos, también esa parte de la humanidad adicta a lo digital, que se usa para conectarse pero no para comunicars­e. Los usuarios han hecho de lo digital un medio para aislarse: mientras hacen contactos con personas ausentes, ignoran a los que las rodean; además, las redes digitales han sido invadidas por una insaciable sed de dinero que hace de cada interlocut­or o un rival o un cómplice de negocios.

Esto lo saben muy bien organizaci­ones como Digital Detox con sus programas de desintoxic­ación de lo digital, que trata como a enfermos a las víctimas de un mal uso de la tecnología que, en vez de comunicar, produce seres solitarios. Es absurdo, en la era de la comunicaci­ón digital la epidemia mundial es la de humanos solitarios.

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