El Heraldo (Colombia)

Diomedes

- Por Alonso Sánchez @sanchezbau­te

Hay en el Largo do Chiado, en Lisboa, un bronce de Pessoa de tamaño natural: Pessoa sentado en una silla pegada a una pequeña mesa junto a otra silla vacía en la que medio mundo se sienta a fotografia­rse, una idea muy turística en tiempos de Instagram. Alguien en Valledupar se copió e hizo exactament­e lo mismo con Diomedes Díaz. Pero, claro, Diomedes está muy lejos de ser Pessoa. Para colmo, la estatua de Díaz ya es, en sí, una burla: aquello es un esperpento, un homenaje a la vulgaridad.

Antes de continuar vale decir que la grandeza musical de Diomedes no tiene discusión. Una cosa es el cantante, de quien no habla esta columna, y otra el personaje. Y como ni muerto deja de causar polémica, es el personaje el que por estos días está causando disgustos en Valledupar.

En el cementerio Pere Lachaise, en París, está enterrado un periodista llamado Victor Noir. Sobre su lápida hay el bronce de un hombre acostado en el que sobresale una protuberan­cia en sus pantalones, lo que llevó a algunas mujeres a convertir aquello en un símbolo de fertilidad y de tanto acariciarl­o justo allí, se ha desgastado. En Valledupar pasa igual: Diomedes es el gran cabro que las embaraza a todas. Esa idea les encanta y por eso son más las mujeres las que acuden a tomarse estas fotos jugueteand­o obscenamen­te con él porque para el machismo y la misoginia nacional él fue siempre lo que ellas quisieron que él fuera, ¡así las matara!

Diomedes solía bromear con la frase “¡Con mucho gusto!”. Era su manera de decir “me importa un carajo”. Sabía que, hiciera lo que hiciera, era aplaudido. “La inmortalid­ad es el juicio eterno”, escribió Kundera. De modo que otra lectura de lo que está sucediendo con esta estatua es esta: estas fotos son también una pequeña venganza contra ese personaje que al final se salió siempre con la suya. Los turistas ridiculiza­n el machismo exacerbado, la misoginia, la burla a la justicia que él representa. ¿Por qué se escandaliz­an entonces? En cualquier caso él estaría feliz de seguir siendo lo que era. Que vayan más mujeres y se tomen más fotos: es el homenaje a ese sátiro que por igual odian o idolatran. El problema es otro. El monumento está situado al centro de una glorieta llamada Parque de los juglares en la que a lado y lado del cantante hay un mínimo homenaje a los grandes valores del vallenato, es decir, a los juglares que lo antecedier­on a él, los que hicieron de una música local la música nacional. El mensaje de quien lo diseñó (y de las autoridade­s que le compraron la idea) es claro: ni Escalona, ni Leandro, ni Emiliano, ni Lorenzo, ni Alejo son tan valiosos e importante­s como Diomedes y por eso todos le rinden pleitesía como una corte a su rey. Y esto sí que es una gran burla, pero al folclor de Valledupar. ¿De veras él merece estar al centro del protagonis­mo antes que los realmente grandes?

Diomedes no solo sería el gran representa­nte de esta música sino, de contera, de la cultura vallenata: si los dioses son hechos a imagen y semejanza de sus fieles y Diomedes es el Zeus del Olimpo vallenato, es porque el resto de vallenatos somos idénticos a él.

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