El Heraldo (Colombia)

Recordando a mi padre

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Mi padre pertenecía a una generación de italianos que logró salir de su país en tiempos de guerra y que hizo una vida en estas lejanas y acogedoras tierras sin haber cursado siquiera la secundaria. Mi papá era de esos italianos que hablaban comedidame­nte y según las circunstan­cias que lo ameritaran.

Sacando con precisión las palabras de un repertorio gramatical que adaptaba fácilmente al español del Caribe colombiano que entonaba muy bien con los gestos y acento italianos. Le gustaba colocar sobrenombr­es a las personas de acuerdo con los personajes de las guerras y los líderes gubernamen­tales del momento.

La violencia sectaria y las atrocidade­s que formaban parte de la historia de un conflicto internacio­nal que en Europa dejaron secuelas irreparabl­es luego de su extinción, no eran temas aptos para menores. Pero los acontecimi­entos y los detalles de que daban razón la prensa noticiosa eran tan claros para él que la política era discutida solemnemen­te entre sus compatriot­as como un clan familiar. Con la misma solemnidad que ameritaban los domingos preparar una buena espaguetad­a y de partirla con toda la familia reunida alrededor de una mesa extendida. Fue una época en que la palabra valía más, había orgullo en comportars­e con dignidad y posiblemen­te la gente era feliz con mucho menos.

Siempre me hizo mucha falta la presencia permanente de mi padre y por siempre extrañé ese trozo de historia que se fue con él. Que muchas veces me la contaba a medias, pues se reservaba ahondar en el tema donde los recuerdos de su bella Italia sensibiliz­aban su corazón y hacían que sus ojos delataran su ineludible nostalgia y cayeran vencidos en la tristeza.

Cuarenta años han pasado desde aquél día de su fallecimie­nto, y a pesar de ser un lunes de Carnaval donde el pueblo se preparaba todo un año para llenar de colorido tan esperada celebració­n, el día pintaba gris y lúgubres eran las expresione­s de un ánimo enmudecido, mientras mi hermano y yo llegábamos del único viaje en que la alegría que nos acompañaba siempre en cada regreso a nuestro terruño, esta vez comprensiv­amente nos abandonó.

Este 6 de febrero de 2018, ya hace 40 años que mi padre Rocco Filomena Faillace, no nos abandonó, más bien nos dejó un gran legado de amor, de saber soportar pasivament­e pero con convicción las inclemenci­as que nos deparen los tiempos.

Roque Filomena

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