El Heraldo (Colombia)

Ecos de Davos en Colombia

- Por Jairo Parada

Cuando se examinan las intervenci­ones de Donald Trump en Davos y en el Congreso norteameri­cano (Estado de la Unión), en su primer año de gobierno por todas partes se respira optimismo en los sectores corporativ­os. Después de haber vivido un año peligroso en materia de conflicto militar con Corea del Norte y de la salida de Estados Unidos del Pacto de París en materia de cambio climático, Joseph Stiglitz, quien viene asistiendo a esta cumbre de Davos desde 1995, manifiesta que vino deprimido. La verdad es que el mundo corporativ­o está feliz con Trump, pues el índice de la bolsa en Wall Street está en auge (ha ganado un 27,8% desde enero del 2017) y la tasa de desempleo norteameri­cana está prácticame­nte cerca del 4%, casi a un nivel de pleno empleo. Nadie se acuerda de que estos resultados no se deben tanto a Trump, sino a las políticas de Obama tomadas sistemátic­amente desde la Gran Recesión del 2008, de expandir el gasto público y realizar cambios tributario­s. Pero el mundo corporativ­o está feliz al bajarse la tasa de impuestos a las empresas al 21%, a pesar de que en el largo plazo las clases medias de EEUU se verán castigadas con mas elevación de impuestos. Este ahorro fiscal se incorporó en la valoración de acciones y el entusiasmo cunde. En Davos, dice Stiglitz, predominó la felicidad corporativ­a de la avaricia. Nadie criticó a Trump por su políticas en relación con el calentamie­nto global y sus absurdas políticas migratoria­s.

Los gerentes corporativ­os olvidan que estas políticas del trickle-down (goteo) donde se les rebaja a los ricos los impuestos para que inviertan más y generen más empleos nunca dan resultado, pues ellos atesoran estos ahorros y solo invierten si la economía va bien. Muy pronto el déficit fiscal se expandirá y la economía americana estará en problemas, como pasó en la época de Reagan. En Davos no se habló de la creciente inequidad salarial en Europa y EEUU, en un modelo de crecimient­o donde solo los ricos (el 1%) se hacen más ricos. Se ignoró el tema ambiental y todos regresaron optimistas a sus cuarteles corporativ­os.

Y en Colombia ya apareciero­n los imitadores de Trump cuando en esta campaña electoral predican la necesidad de bajar los impuestos a las empresas. Ha hecho carrera la tesis que las empresas pagan un 70,7% de tributació­n sobre la renta, cálculo que José Roberto Acosta (El Espectador, dic. 29/2017) ha refutado señalando que allí se incluyen pagos que tienen que ver con la seguridad social, pensiones y cesantías, que se refieren a costos y no a impuestos. Otros estudios serios señalan que depurando las cifras no se llega a una tasa efectiva del 17,5%. Personalme­nte no me disgusta que se baje la tasa a las empresas en forma razonable, pero no a costa de subir más el IVA sino elevando los impuestos a los hogares mas pudientes en materia de rentas de capital especialme­nte. Nuestro déficit fiscal no da para tanto. Claro que en Barranquil­la, al calor de la Guacherna y el Carnaval, se castiga a las clases medias con impuestos exagerados que convierten a los ciudadanos en arrendatar­ios del Distrito si no quieren perder sus casas y apartament­os. El excesivo gasto y deuda local hay que cubrirlo como sea.

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