Carnaval y política
Aunque oficialmente con la Batalla de Flores la cosa comienza pasado mañana, en realidad desde hace varios días estamos en Carnaval, solo que combinado con el camello y a horas no hábiles. El Carnaval es una tradición muy arraigada, y la participación de los niños como protagonistas de los eventos garantiza su continuidad en el tiempo, no importa que la ciudad haya crecido demasiado, que todo se haya vuelto caro y costoso, que por razones económicas y de financiación a las fiestas se las esté tragando la comercialización, ni que como patrimonio inmaterial toque venderlas nacional e internacionalmente para que, además, se refleje en más movimiento de billete para hacedores, costureros, hoteles, tiendas y demás (nada que volvemos al Carnaval Internacional, lo que supondría más extranjeros gastando y asistiendo a los eventos turísticos), y que mientras palqueros y silleteros hacen su agosto los barranquilleros se lo viven y se la gozan colmando de bordilleros los otros dos desfiles en la 44 y en Simón Bolívar, que seguro pronto vendrán más en la medida que la ciudad crece.
Fijo aparecerán disfraces y comparsas parodiando a los políticos con la cercanía de las elecciones, y sobre todo replicando la chiflatina de rechazo a los candidatos farianos, que creyeron que el pueblo era Santos que les acepta lo que sea, y pretendieron salir a la plaza pública montando las reuniones que acostumbran a hacer los políticos a quienes, aunque rechazados por la opinión, la gente se los vacila. Pero a ellos no, y por aquí menos. Está muy cerca el aleve y absurdo atentado terrorista de los elenos a la Estación de Policía San José, que recuerda todo el daño que al país le ha hecho el terrorismo. Se dice que su verdadero candidato es el exguerrillo Petro, quien puntea en las encuestas, aunque estas nunca aciertan, y ya nadie les cree. Hoy estamos exactamente a treinta días de las elecciones a Congreso, cuando se comenzará a aclarar el panorama político nacional. Río abajo, está cerca la desembocadura, les urge asirse a la boya para no terminar en Puerto Mocho. Queda poco tiempo. Ese voto hay que pensarlo mucho, para no repetir errores. Se necesita cambio.
Pero ahora estamos en Carnaval, temporada de alegría, la reina se ha lucido, cada vez son mejores y más vistosos los desfiles y las fiestas, así que ¡a vivirlo y gozarlo!
Coletilla solidaria: Aquella solidaridad que movía a que todo aquel que necesitara ayuda era socorrido y atendido, desde orientación para buscar una dirección, un chance, o cruzar la calle, está desapareciendo. Es que medios y redes registran episodios de burundanga y robos variados a quienes de buena voluntad han ofrecido colaboración. O terminan envainados. El sonado episodio del escolta que en plena vía pública tratando de impedir un atraco se vio atacado a bala, y su reacción como hombre entrenado fue repeler el ataque con su arma de dotación, terminó enredado por nuestras leyes garantistas. Merecía medalla y recibió encanada. ¿Para cuándo un código penal que nos proteja?