Polonia quiere reescribir su pasado
Hace tiempo que Polonia es la oveja negra de la Unión Europea, junto con Hungría. Con el gobierno del partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS) de Jaroslaw Kaczynski el país está viviendo una deriva autoritaria con atropellos contra la democracia y la libertad de expresión. Una de sus últimas medidas ha provocado irritación y rechazo incluso en Estados Unidos e Israel. Esta semana, el presidente Andrzej Duda ha firmado una controvertida ley que penaliza con multas y hasta tres años de cárcel las manifestaciones que relacionen al Estado o el pueblo polaco con los crímenes de la Segunda Guerra Mundial, especialmente el holocausto. Así, entre otros, queda prohibido hablar de “campos de concentración polacos” al referirse a Auschwitz.
Efectivamente, estos centros de exterminio de judíos y otros grupos perseguidos por los nazis fueron idea y obra de la Alemania de Hitler. También es cierto que Polonia, con cuya invasión en 1939 comenzó la guerra, fue quizás el país más castigado por el Tercer Reich, junto con Rusia. Numerosos polacos ayudaron a los judíos, poniendo en riesgo su propia vida. Sin embargo, también hay algunos casos documentados de colaboracionismo con los invasores, que es lo que no se puede contar con la nueva ley.
En Alemania la situación es prácticamente al revés. La negación del holocausto está prohibida por ley y hay muchos casos de personas multadas por hacerlo. La nueva iniciativa de los polacos suena a un viaje de vuelta a los años 80 del siglo pasado. Entonces parecía que el exterminio de seis millones de judíos y otras atrocidades fue obra exclusiva de los alemanes, mejor dicho de los alemanes que vivíamos en la República Federal. Porque los hermanos y hermanas de la Alemania del Este se habían convertido de la noche a la mañana en comunistas, igual que el resto de países de Europa Oriental que quedaron bajo la tutela de la Unión Soviética. Y como tales no tenían nada que ver con el holocausto nazi. Tampoco los franceses, que según la historiografía dominante de la posguerra lucharon todos en la Resistencia de De Gaulle. Lo mismo puede decirse de otros europeos occidentales.
Con la caída del Muro de Berlín empezaron a cambiar estas versiones interesadas de la historia y otros países asumieron que algunos –pocos o muchos– de sus ciudadanos habían participado en las atrocidades de los nazis. No me entiendan mal. No se trata de calibrar el papel de los polacos, croatas o franceses durante el Tercer Reich, ni mucho menos de relativizar la losa que cae sobre la conciencia de los alemanes. Pero me parece muy peligroso este intento de los de Kaczynski de lavar la imagen de su país y su gente de toda culpa. Así sugieren que los polacos son inmunes al antisemitismo, el racismo y otros tipos de xenofobia. Si fuera así, no se entiende por qué el gobierno de Varsovia cierra sus fronteras a las personas que están huyendo de las guerras y la miseria, como aquellas otras que fueron desplazadas por la guerra hace setenta años en Europa.