“Timo al Timo”
Habíamos visto de todo por parte de los enemigos de la paz. Vimos en septiembre de 2016 a Álvaro Uribe en Cartagena arengando contra el clamor nacional: las negociaciones con las Farc. Vimos a un grupito de camorreros desdecir del Nobel de Paz que le fue concedido a nuestro presidente Santos con el cuento de que lo compró a cambio de contratos petroleros para los noruegos encargados de entregar el galardón.
Vimos, igualmente, a 10 desocupados rasgándose las vestiduras cuando mi doctor Santos –para salvar a Colombia– decidió declarar empate en el plebiscito del 2 de octubre de 2016. El asunto fue sencillo: nuestro presidente entendió que había habido fraude y que en realidad el 99% –o más– de los colombianos votamos en favor de los acuerdos alcanzados en La Habana entre el Gobierno nacional y los señores de las Farc.
Lo que no nos imaginábamos, porque de hecho no lo habíamos visto, es que, seguramente enviados por Uribe y la ultraderecha, cuatro gatos se iban a atrever a irrespetar a uno de los hombres más importantes que ha producido Colombia en toda su historia: el doctor Rodrigo Londoño, a quienes cariñosamente sus simpatizantes llamamos ‘Timochenko’.
El incidente sucedió el fin de semana en Armenia. Con esa figura imponente que le caracteriza, un sonriente camarada ‘Timochenko’ empezó a recorrer las calles de la capital quindiana y, mientras millones de sus coterráneos lo vitoreaban, cuatro imbéciles con cara de uribistas empezaron a calumniarlo e injuriarlo y a gritarle: “fuera asesino. Usted no ha reparado a todas las víctimas. No ha entregado los niños reclutados”.
Son tan burdas las acusaciones contra el doctor ‘Timochenko’ que solo producen risa. Que es un asesino, le dijeron. Falso. Nadie, absolutamente nadie puede probar que mi candidato a la Presidencia tenga manchadas sus manos con sangre. Si las Farc alguna vez tuvieron que dar de baja a algún ciudadano fue por el bien del país, es decir, pensando en aquello de que unos tienen que morir para que otros vivan.
Que el camarada ‘Timochenko’ no ha reparado a todas las víctimas. ¿De qué víctimas estamos hablando? A lo largo de más de medio siglo de existencia las Farc se cuidaron siempre de no meterse con el pueblo. Sus enemigos naturales siempre fueron militares y policías. Ah, y los ricos. Los malditos ricos que nos tienen acabados a los pobres. Las Farc jamás se metieron con civiles o con pobres. Que eso le quede claro a Colombia y al mundo.
Que mi candidato ‘Timochenko’ “no ha entregado los niños reclutados”, le dijeron también en Armenia. Dicha sindicación es lo más temerario que he escuchado en años. Nadie ha podido probar que las Farc hubieran tenido en sus filas a menores de edad. Eventualmente algún muchacho o muchacha falsificó su cédula para poder vestir con honor el uniforme guerrillero. Eso fue muy normal en la guerrilla en otras gloriosas épocas.
Tampoco creo mucho en eso de que hubo jefes guerrilleros o que abusaron de guerrilleras, o que cohonestaron con esos abusos. Eso sería impensable en comandantes de la estatura moral y profesional de don Pastor Alape o de don Hernán Darío Velásquez, (alias ‘el Paisa’).