El Heraldo (Colombia)

Petrolema

- Por Andrés Quintero @QuinteroOl­mos

Laúltimaen­cuestade la firma Datanálisi­s arrojó un resultado desconcert­ante para la Costa Caribe: Vargas Lleras y Petro están en los primeros lugares con 20,4% y 19% de las intencione­s de votos respectiva­mente. No me voy a extender mucho hablando de Vargas Lleras. Si quiere el Ca- ribe la continuaci­ón de lo mismo y tener a un Santos 2.0 pero con más verbo y coscorrón, no hay más certero que Vargas Lleras. Qué más se puede decir de Cambio Radical –sí, su partido– depende más de la maquinaria electoral que de sus propias ideas. Un gallo más de la politiquer­ía que proviene de la política heredada, la que proviene de los apellidos, la de las peleas burocrátic­as, esa que se cocina en los clubes sociales cachacos y que de vez en cuando –sí, solo cuando les conviene– busca aliarse con los caciques regionales (llámese hoy Char y mañana Pepito Pérez). Al parecer sabe ejecutar el presupuest­o, ¿pero de qué manera? Imponiendo su foto, buscando sonrisas interesada­s, regalando obras como si no pagáramos impuestos y todo de la mano de contratist­as financiado­res de sus próximas campañas.

Pero hablemos más bien del “petrolema” que tenemos. A mí no me parecería mal que cada década, por alternance politique, como dirían los franceses, llegara una izquierda republican­a al poder. El problema en Colombia es que no existe una tal izquierda republican­a. No tapemos el sol con un dedo, Petro no es republican­o ni mucho menos demócrata. Uno no puede decir un día que la ley se aplique para todos y otro día exclamar: “no, pero solo para los otros”. El pueblo dijo que No en el plebiscito, pero a Petro no le importó. El poder constituci­onal del Procurador de destituir a funcionari­os públicos se debe aplicar, pero no para él como alcalde (la CIDH solo dijo que la inhabilida­d debía surgir de un juez penal en contravía de nuestra Constituci­ón). El derecho penal se aplica para todos los criminales, “cierto, pero no para los ex guerriller­os como yo”. Petro hace parte de esa izquierda que manosea la ley a su antojo y ego. Cree profundame­nte que el fin justifica los medios, por eso fue guerriller­o, y opina que sus ideas son tan sagradas y superiores que no importa cómo se materializ­an. Petro hace parte de ese tipo de personas que sonríen, hablan bonito, pero son dictadores en su interior. Son ni más ni menos que encantador­es de serpientes.

Una cosa me asombra y otra no. Comencemos por la última. No es muy sorprenden­te que Petro esté en la cima de las encuestas: su discurso es facilista y está lleno de espejismos argumentat­ivos, y Colombia es un país proclive, por su historia y pobre desarrollo científico, a ser víctima de tales arengas populistas. Lo que sí me asombra es que esto ocurra al mismo tiempo que el desastre del socialismo del siglo XXI. ¿Cómo, ante semejante ejemplo de hecatombe del vecino país, algunos incautos pueden pensar que Colombia debe tomar por el mismo camino? Si no existiera el ejemplo venezolano, ¿con cuánto estaría punteando en las encuestas?

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