Petrolema
Laúltimaencuestade la firma Datanálisis arrojó un resultado desconcertante para la Costa Caribe: Vargas Lleras y Petro están en los primeros lugares con 20,4% y 19% de las intenciones de votos respectivamente. No me voy a extender mucho hablando de Vargas Lleras. Si quiere el Ca- ribe la continuación de lo mismo y tener a un Santos 2.0 pero con más verbo y coscorrón, no hay más certero que Vargas Lleras. Qué más se puede decir de Cambio Radical –sí, su partido– depende más de la maquinaria electoral que de sus propias ideas. Un gallo más de la politiquería que proviene de la política heredada, la que proviene de los apellidos, la de las peleas burocráticas, esa que se cocina en los clubes sociales cachacos y que de vez en cuando –sí, solo cuando les conviene– busca aliarse con los caciques regionales (llámese hoy Char y mañana Pepito Pérez). Al parecer sabe ejecutar el presupuesto, ¿pero de qué manera? Imponiendo su foto, buscando sonrisas interesadas, regalando obras como si no pagáramos impuestos y todo de la mano de contratistas financiadores de sus próximas campañas.
Pero hablemos más bien del “petrolema” que tenemos. A mí no me parecería mal que cada década, por alternance politique, como dirían los franceses, llegara una izquierda republicana al poder. El problema en Colombia es que no existe una tal izquierda republicana. No tapemos el sol con un dedo, Petro no es republicano ni mucho menos demócrata. Uno no puede decir un día que la ley se aplique para todos y otro día exclamar: “no, pero solo para los otros”. El pueblo dijo que No en el plebiscito, pero a Petro no le importó. El poder constitucional del Procurador de destituir a funcionarios públicos se debe aplicar, pero no para él como alcalde (la CIDH solo dijo que la inhabilidad debía surgir de un juez penal en contravía de nuestra Constitución). El derecho penal se aplica para todos los criminales, “cierto, pero no para los ex guerrilleros como yo”. Petro hace parte de esa izquierda que manosea la ley a su antojo y ego. Cree profundamente que el fin justifica los medios, por eso fue guerrillero, y opina que sus ideas son tan sagradas y superiores que no importa cómo se materializan. Petro hace parte de ese tipo de personas que sonríen, hablan bonito, pero son dictadores en su interior. Son ni más ni menos que encantadores de serpientes.
Una cosa me asombra y otra no. Comencemos por la última. No es muy sorprendente que Petro esté en la cima de las encuestas: su discurso es facilista y está lleno de espejismos argumentativos, y Colombia es un país proclive, por su historia y pobre desarrollo científico, a ser víctima de tales arengas populistas. Lo que sí me asombra es que esto ocurra al mismo tiempo que el desastre del socialismo del siglo XXI. ¿Cómo, ante semejante ejemplo de hecatombe del vecino país, algunos incautos pueden pensar que Colombia debe tomar por el mismo camino? Si no existiera el ejemplo venezolano, ¿con cuánto estaría punteando en las encuestas?