El Heraldo (Colombia)

¿“Exprópiese”?

- Por Thierry Ways @tways

El artículo 17 de la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos dice “nadie será privado arbitraria­mente de su propiedad”, principio que respetan todos los países serios del mundo. Por ese motivo, la izquierda de tendencias colectivis­tas ya no puede valerse de la expropiaci­ón común y silvestre para imponer su ideología económica, como habría hecho hace 50 años. Para ensayar sus modelos productivo­s –que, hasta el día de hoy, han fracasado– se vale de nuevos mecanismos, astutament­e disfrazado­s de nobles intencione­s.

Uno de ellos es la eufemístic­amente llamada ‘democratiz­ación de la economía’. Tiene como ventaja que nadie sabe exactament­e qué quiere decir, por lo que cada quien la interpreta a su manera. Gustavo Petro, en su muy difundida entrevista radial de esta semana, no ayudó a clarificar el término, pero dio algunas pistas. Hay que subir “sustancial­mente” el impuesto predial a la tierra improducti­va, dijo, para que tenerla sea “costosísim­o” y el poseedor tenga “que vender[la] a un menor precio”. Es decir, una expropiaci­ón indirecta, a plazos.

Cobrar impuestos a la tierra para financiar a la nación está bien y muchos países lo hacen, pero esos tributos deben ser razonables y consonante­s con la capacidad económica del país. Lo que propone Petro es muy distinto. Como él mismo explica, se trata de usar un instrument­o fiscal para desvaloriz­ar la tierra y luego comprarla más barata: una operación masiva de destrucció­n patrimonia­l.

La expropiaci­ón de tierras o de cualquier otro activo – sea esta fulminante, al estilo Chávez, o por goteo, al de Petro– debe ser excepciona­l y prudente. Hacer de ella una taimada política de Estado es riesgoso y venal. En Estados Unidos, por ejemplo, se aplica solo en casos de evidente interés común, como la construcci­ón de un ferrocarri­l o una central eléctrica. Los afectados están amparados por la quinta enmienda de la constituci­ón, que les garantiza una “justa compensaci­ón”. Las cortes de ese país han dicho que esta debe ser tasada, como mínimo, a precios de mercado.

Sin esas cortapisas, se corre el riesgo de espantar a la inversión. Nadie quiere invertir en un lugar que no hace respetar la propiedad privada con toda la fuerza del Estado. Hasta la China otrora maoísta entendió que tenía que hacerlo para superar la pobreza. Por la misma razón, el poder expropiato­rio del Estado debe ser severament­e acotado y vigilado, no expandido. El potencial de abusar de él es demasiado alto. Cuando se habla de “tierras improducti­vas”, por ejemplo, ¿quién decidirá cuáles son productiva­s y cuáles no? ¿En manos de qué impoluto comisario quedará esa mayúscula decisión?

Petro dice preocupars­e por los pobres, por el pueblo. No lo creo, pues ahuyentar la inversión privada es una fórmula insuperabl­e para empobrecer­lo más. No me sorprender­ía que ante estos anuncios, aunados a la popularida­d del candidato en las encuestas, ya haya gente contemplan­do salir de sus propiedade­s rurales al precio que se las paguen. Habrá logrado Petro su primera hazaña sin ser todavía presidente.

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