El bordillo y las calles: el otro plan de domingo de Carnaval
El segundo día de las fiestas transcurrió en tiendas y esquinas. Sancochos, alcohol y baile predominaron en el ambiente.
A las calles de Barranquilla se volcaron ayer las familias, amigos y vecinos que prefirieron no asistir a la Gran Parada de Tradición en la Vía 40 y quedarse celebrando el segundo día de Carnaval en las zonas de integración cercanas a sus casas.
Desde tempranas horas del día se logró ver a los moradores barranquilleros en el plan de terraza y descanso, tras el guayabo que dejaron las celebraciones de las fiestas sabatinas, prolongadas hasta la madrugada siguiente.
Uno de ellos fue Jorge Marrugo, quien a lo lejos se distinguió por ir disfrazado de “barrendero” con un plástico en el cuello que simulaba ser una cadena de plata, acompañado de otros detalles propios de la imaginación atrevida del que está inmerso en estas fiestas.
“El Barrio Abajo tiene tres días de estar lleno. Es un ambiente que confirma que las mejores fiestas se hacen en Barranquilla”, manifestó Marrugo mientras se inclinaba para tomar un sorbo de cerveza, sentado en una de las esquinas del barrio carnavalero.
A su lado está su amigo y cómplice de parranda, quien pidió que no le tomaran fotografías porque estaba “volado de su casa”.
Así como ellos, decenas de personas caminaban en el entorno del barrio Montecristo con máscaras, otros iban disfrazados de pies a cabeza, mientras que los demás eran jóvenes embadurnados de pintura negra, bailando y pidiendo dinero a los transeúntes. Tampoco faltó el tradicional disfraz del descabezado.
Más adelante, en un estadero, el ambiente festivo no desentonó. Hombres y mujeres de todas las generaciones bailaban alegremente al son del bullerengue y la cumbia, que retumbaban desde los parlantes de un establecimiento cubierto por espuma y maicena.
Hasta allá llegó Judys Buendía, quien vive en Santa Marta, pero arribó bien temprano ayer a Barranquilla para no perderse la fiesta de Carnaval y contó todo lo que ha experimentado hasta ahora. “Impresionante. He visto bastantes extranjeros, que a pesar de los atentados se han venido a disfrutar por estos días”.
En el mismo local comercial estaba Rodrigo Ortega, pero en calidad de vendedor de gafas, manillas artesanales y sombreros. Su idea era hacerse una buena venta, que a esas alturas de la tarde estaban irregulares.
“Ha estado dura la cosa, pero con la confianza en Dios que es el que toca los corazones de las personas para que me compren”, dijo. Entre luchas y desorden continúa el Carnaval.