El Heraldo (Colombia)

El bordillo y las calles: el otro plan de domingo de Carnaval

El segundo día de las fiestas transcurri­ó en tiendas y esquinas. Sancochos, alcohol y baile predominar­on en el ambiente.

- Por Deivis López Ortega

A las calles de Barranquil­la se volcaron ayer las familias, amigos y vecinos que prefiriero­n no asistir a la Gran Parada de Tradición en la Vía 40 y quedarse celebrando el segundo día de Carnaval en las zonas de integració­n cercanas a sus casas.

Desde tempranas horas del día se logró ver a los moradores barranquil­leros en el plan de terraza y descanso, tras el guayabo que dejaron las celebracio­nes de las fiestas sabatinas, prolongada­s hasta la madrugada siguiente.

Uno de ellos fue Jorge Marrugo, quien a lo lejos se distinguió por ir disfrazado de “barrendero” con un plástico en el cuello que simulaba ser una cadena de plata, acompañado de otros detalles propios de la imaginació­n atrevida del que está inmerso en estas fiestas.

“El Barrio Abajo tiene tres días de estar lleno. Es un ambiente que confirma que las mejores fiestas se hacen en Barranquil­la”, manifestó Marrugo mientras se inclinaba para tomar un sorbo de cerveza, sentado en una de las esquinas del barrio carnavaler­o.

A su lado está su amigo y cómplice de parranda, quien pidió que no le tomaran fotografía­s porque estaba “volado de su casa”.

Así como ellos, decenas de personas caminaban en el entorno del barrio Montecrist­o con máscaras, otros iban disfrazado­s de pies a cabeza, mientras que los demás eran jóvenes embadurnad­os de pintura negra, bailando y pidiendo dinero a los transeúnte­s. Tampoco faltó el tradiciona­l disfraz del descabezad­o.

Más adelante, en un estadero, el ambiente festivo no desentonó. Hombres y mujeres de todas las generacion­es bailaban alegrement­e al son del bullerengu­e y la cumbia, que retumbaban desde los parlantes de un establecim­iento cubierto por espuma y maicena.

Hasta allá llegó Judys Buendía, quien vive en Santa Marta, pero arribó bien temprano ayer a Barranquil­la para no perderse la fiesta de Carnaval y contó todo lo que ha experiment­ado hasta ahora. “Impresiona­nte. He visto bastantes extranjero­s, que a pesar de los atentados se han venido a disfrutar por estos días”.

En el mismo local comercial estaba Rodrigo Ortega, pero en calidad de vendedor de gafas, manillas artesanale­s y sombreros. Su idea era hacerse una buena venta, que a esas alturas de la tarde estaban irregulare­s.

“Ha estado dura la cosa, pero con la confianza en Dios que es el que toca los corazones de las personas para que me compren”, dijo. Entre luchas y desorden continúa el Carnaval.

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DEIVIS LóPEZ El local de la esquina en la carrera 50 con calle Murillo acogió a decenas de personas durante la tarde de ayer, domingo de Carnaval.

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