Lo de ‘stalkear’
Se ha puesto sobre la mesa la necesidad de mirar las consecuencias sociales que tienen las redes de cara, no solo a los problemas en autoestima y reconocimiento de experiencias difíciles y reales, sino también ante pará- de conducta que pueden llevar a resultados aún más peligrosos. En mi columna de propósitos para el 2018 ‘El error de lo perfecto’ hice un llamado a ser cautelosos con la forma en que percibimos la vida de los demás a través de las redes sociales. Sin embargo, hay un tema que de cierta forma supera esta alerta y que nos lleva a preguntarnos hasta qué punto es saludable y válido adoptar otras conductas, como la de revisar las cuentas de ciertas personas de forma constante e incisiva.
El anglicismo acogido para tal conducta es el de ‘stalkear’, esa expresión popularizada que tradicionalmente era asociada a un acto de acoso, pero que ahora se utiliza hasta de forma jocosa para referir la situación típica en la que una persona busca toda la información de alguien dentro de diferentes plataformas digitales. Al respecto, una columna publicada en The Guardian de Keza MacDonald, plantea la cercanía entre esta actividad que parece connatural a la existencia de las redes, y la comisión de delitos que se pueden traducir en espiar a otras personas, utilizando incluso aplicaciones que te permitirían escuchar conversaciones de los demás.
La privacidad es el bien más afectado en estos escenarios, y está claro que, aunque muchos sucumban ante la idea de que cada quien es tan público como quiere, lo cierto es que debe haber un núcleo básico de privacidad que no debe transgredirse por la creencia de que quien tiene un perfil abierto en redes como Facebook, Instagram o Twitter, debe estar sujeto a ser perseguido por desconocidos virtuales. Ahora, el asunto supera la barrera de lo que es legal y de lo que no, para situarse en una discusión sobre lo que es sano para la sociedad, y lo que por el contrario es perjudicial y afecta la individualidad, el respeto y la protección de la privacidad de los demás.
El peligro más grande de este patrón de conducta es el de que terminemos naturalizando conductas que de ninguna forma son correctas o normales y que, por el contrario, suponen un agravio a la vida personal de quienes son ‘stalkeados’. La familiaridad con la que se habla de estos hechos, en la que incluso personas hablan abiertamente de ajustar sus perfiles de forma que sean vistos de una forma particular por quienes revisan constantemente sus redes, es un síntoma de que esto no está saliendo nada bien.