El Heraldo (Colombia)

Izquierda o derecha

- Por Alfredo Sabbagh @alfredosab­bagh

Una de las escenas iniciales de Heridas, primer largometra­je del laureado cineasta barranquil­lero Roberto Flores, nos muestra a la pareja protagonis­ta en un cruce de caminos sin marcar preguntánd­ose si debían tomar a la “izquierda o derecha”. El filme, realizado hace más de una década, proponía una mirada al conflicto colombiano desde el lado de los civiles que, en medio de las refriegas, eran obligados a tomar posturas en un guerra para la que no contaban ni importaban.

Hoy, con muchos de los fusiles aparenteme­nte silenciado­s, a los colombiano­s de a pie nos bombardean con mensajes que nos repiten la misma pregunta de la película en un escenario de apocalipsi­s castrochav­ista o retardatar­io medioevo, según sea el caso. El estruendo de los explosivos lo reemplaza el de las noticias falsas y las cadenas virtuales del miedo en forma de meme. De un lado nos señalan insistente­mente al vecino como ejemplo de todo lo malo que puede traer un gobierno de izquierda, y del otro nos recuerdan la historia reciente del propio país para dejar claro lo malo que han sido los gobiernos de derecha. El reduccioni­smo en su esplendor. Lo malo como mensaje. La negación como bandera de campaña.

Y precisamen­te, esa reduccioni­sta negación se ha encargado de sembrar facilistas falacias como que la izquierda es sinónimo de expropiaci­ón, de ataques a la propiedad privada, de burocracia corrupta e intervenci­onista, o de cómplice permisivid­ad con la violencia guerriller­a. Por su parte, a la derecha le endilgan la guerra como negocio, la corrupción como alacena, el ataque sistemátic­o a los derechos civiles y, cómo no, su propia cómplice permisivid­ad con la violencia paramilita­r. Y en el medio de ese lago fétido se bambolea una enorme barca llena de gente que no sabe qué o a quién creerle.

Si se bajara el dedo acusador o el volumen al escándalo, tal vez saldría a flote que ni la izquierda ni la derecha son malas per se. Lo malo, como siempre, es el extremo ideológico y las formas de aplicarlo. Si esta perversa campaña política le diera un chance real a la confrontac­ión argumentad­a de ideas basada en la proposició­n y no en el miedo, pudiera ser posible que saliera a la luz más de un buen plan de trabajo. Si no nos negamos a la posibilida­d de escuchar al otro por encima de la aversión inicial que nos plantaron los portavoces del citado y manido miedo, tal vez, solo tal vez, podremos ampliar la discusión a más allá de la izquierda o la derecha.

En el filme de Flores, la protagonis­ta responde a la pregunta con un gesto que iba entre “me da igual” o “no tengo idea”. En la coyuntura actual, no nos podemos permitir como colombiano­s el quedarnos quietos esperando que otro tome la decisión por nosotros a punta de tamales y billetes morados. Para bien o para mal es hora de que como sociedad civil asumamos la culpa que nos compete por no saber elegir, por no averiguar, por reducir todo a dos palabras. Una vez más: ya está bueno.

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