El Heraldo (Colombia)

La recepción a las Farc

- Por Horacio Brieva @HoracioBri­eva

Un tema frecuente de conversaci­ón en los últimos días ha sido el espectácul­o de huevos crudos arrojados contra Rodrigo Londoño. Algunas personas me han preguntado qué pienso de esto. Les he dicho que todo aquel que participa en la actividad política está expuesto a la burla, y a ello no han escapado ni siquiera las grandes figuras que ha producido la vida pública. Roy Jenkins, tal vez el mejor biógrafo de Churchill, escribió, refiriéndo­se a De Gaulle, que “era un gigante político en sus dos terceras partes y una figura cómica en la restante”.

En el caso de ‘Timochenko’, que es un personaje local de la política nacional y no un gigante tipo De Gaulle, Churchill, Mao, Lenin o Fidel Castro, los huevos crudos lanzados contra él, más que una señal de burla, han sido una manifestac­ión de rechazo de los sectores en los que penetró el mensaje de que los excomandan­tes de las Farc no tenían derecho a la elegibilid­ad política si antes no pagaban por sus delitos de lesa humanidad. Por eso no conciben a las Farc ni en las plazas ni en el Congreso y menos con pretension­es presidenci­ales. Consideran esto como un irrespeto a la democracia y sindican a Santos de ser responsabl­e de tanta generosida­d.

Hoy no hay forma de atenuar esta hostilidad. Se van a requerir muchos años para aclimatar la reconcilia­ción y el perdón. Y las Farc lo saben. Ellas tardaron mucho tiempo en tomar la decisión de dejar las armas. No lo quisieron hacer en 1990 cuando Carlos Pizarro las convidó a ello. Estaban convencida­s de que podían obtener el poder a través de la lucha armada y por eso llegaron a considerar el abandono de la guerra por parte del M-19 como una traición. Si las Farc hubiesen dejado la actividad bélica en ese entonces no habrían recogido las tempestade­s que han provocado los vientos que sembraron. Hace 28 años el país no estaba polarizado como hoy, el paramilita­rismo aún no tenía la fuerza que luego ganó, y las Farc no eran vistas como un cartel del narcotráfi­co. Es verdad que veníamos de la masacre de la Unión Patriótica, pero el M-19 y otros grupos guerriller­os asumieron el riesgo de desmoviliz­arse.

Y miren la diferencia: el M-19 fue recibido con vítores y mucho entusiasmo, llenaba plazas públicas, jugó un papel central en la Asamblea Constituye­nte de 1991, y si bien representó una lamentable pérdida la muerte de Pizarro, fue respetada la vida del resto de sus líderes, y hombres como Antonio Navarro y Gustavo Petro han logrado un notable lugar en la vida pública colombiana, al punto de que este último es hoy uno de los candidatos favoritos a ganar la Presidenci­a de la República, lo cual sería histórico viniendo Petro de las filas de un movimiento armado reintegrad­o a la democracia.

Si las Farc le hubiesen hecho caso a Pizarro la historia habría sido distinta. Se ganaron el odio de mucha gente. La sugerencia es que tengan mucha paciencia.

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