El Heraldo (Colombia)

No estaba muerto ni de parranda: estaba escondido

En el barrio Lucero enterraron a un Joselito ‘cachaco’.

- Por Lorayne Solano Naizzir

“No sabemos cuántas viudas somos porque ese sin vergüenza ha dejado a un poco por ahí, hay hasta viudos”, dice un grupo de mujeres en la esquina de la calle 54 con carrera 35 del barrio Lucero. Ahí su Joselito no es el propio barranquil­lero ‘arrebatao’ que se muere cada año al finalizar el Carnaval, allí su Jose es un ‘cachaco’ que llegó desde Bello (Antioquia) hace 17 años.

En el barrio, el picó a todo volumen, la gente en la calle llena de maicena y espuma, con las marcas de las gafas en la cara por las quemaduras del inclemente sol, y el olor a chuzo y carne azada, hacen del ambiente el escenario preciso para el ‘sepelio’ del carnavaler­o más rumbero.

Ramiro Chancí Rodríguez es un mecánico de edad incierta que desde 2014 divierte a los vecinos del sector haciendo del hombre que durante los cuatro días de Carnaval hizo desastres a su paso, dejando a mujeres y hombres enamorados y “perjudicad­os”. Lleno de maicena y con la ropa desgarrada, el ‘Cachaco’, como le dicen, se acuesta en un carrito colorido mientras su alrededor, sus mujeres lo lloran desconsola­das. “Ay, Jose, te me fuiste. ¡Ayyyy, por qué, nooo, Jose, noooo, por qué!”, gritan desesperad­as.

La recompensa de Ramiro es el licor que se bebe antes y después de que lo entierren en una ceremonia simbólica. “¿Qué si a mí me gusta el trago?, no, no me gusta, no me gusta dejarlo servido”, se ríe el Joselito de Lucero.

Durante el año, él no anda muerto ni de parranda, anda escondido del jolgorio del Carnaval, esquivando a la muerte que llega el día antes del Miércoles de Ceniza para que no se lo lleve antes de tiempo, pues dos hombres que hicieron de Joselito hace muchos años en el mismo barrio, murieron casualment­e. “A mí eso no me da susto. Aquí sigo gozando”, comenta.

“A todas nos dejó preñadas y nadie nos colabora para nada, nos tocó hacer una rifa para comprar el cajón porque no teníamos ni en qué enterrarlo. Ese hombre era tan bueno, nos alegraba a todos, por eso es que hoy lo lloramos tanto”, dicen las viudas, que tienen más de 20 años haciendo el papel el Martes de Carnaval.

Su objetivo, además de gozarse las fiestas, es que la tradición no muera y enseñarles la esencia del Carnaval a los más pequeños. “Aquí siempre hay niños, están los vecinitos, nuestros hijos y los amigos que vienen de otros barrios. Este es el mejor día del Carnaval, quedamos picadas cada año, pero el próximo nos desquitamo­s”, comentan.

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Las viudas lloran a Joselito en el barrio Lucero.

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